viernes

EL VIAJERO DEL TIEMPO

 






   Es mi historieta más querida. Desde hace tiempo. Desde que Graciela Bracachinni me la dio en un taller literario de Beccar. Era una fotocopia en blanco y negro que un día, como un niño aplicado, la pinté y la atesoré para siempre. Me emocionaban aquellos encuentros; por la impronta de la profesora y por los climas que se creaban para ayudarnos a escribir.

 

   Apenas tuve en la mano aquellos dibujos sentí que me invitaban a un viaje interior en donde se alojaban y se alojan las viejas heridas, las primeras decepciones, las primeras perdidas.

 

   ¿Qué palabras, que gestos de consuelo tendríamos con nosotros mismos si pudiéramos volver a encontrarnos con el niño que fuimos?

 

   Fui a buscarla y la encontré en una vieja caja en medio de papeles amarillos. Impulsado por un sueño muy sentido de la noche anterior en donde era un viajero del tiempo sin más equipaje que mi propia convicción. Pero era de otro tiempo, de uno en el cual había sido feliz, de allí provenía. Caminaba por las calles de un barrio que no conocía buscándome en el futuro (presente); y me encontraba a mi mismo a la vuelta de una esquina en el banco de una plaza llorando sin  consuelo.    No necesité preguntarme nada, sabía que estaba llorando por todo lo que había perdido. Me acerqué despacio, me miré a los ojos y me abracé con mucha fuerza, porque a eso había venido.

 

PENSANDO LA ÉPOCA EN VOZ ALTA II



¿QUIÉN DETENDRÁ A NUESTROS MONSTRUOS?




 Botero - Matanza de los inocentes 

   ¿Por qué los “libertarios” atacan a la cultura?¿Será que al gobierno nacional no le gusta nuestros libros, nuestras canciones, nuestras pinturas, nuestros bailes, nuestras formas de expresar ideas a través del arte? ¿O habrá otras razones?

  Se ha escuchado mucho en relación a las personalidades y características psicológicas de muchos integrantes de este gobierno, incluido el presidente por supuesto. Pero quizás a estos tiempos haya que escarbarlos con la pregunta de lo más básico, de aquello constitutivo, del  origen mismo.

   En este sentido muchas de las corrientes de pensamiento que posan su mirada en la sociedad sostienen que “la cultura nace cuando se renuncia a las pulsiones”. Es decir cuando se reprime algo de los impulsos primarios para poder vivir en sociedad. La cultura pone un limite, una ley, un mandamiento, un acuerdo colectivo; propone lo que se puede y lo que no se puede hacer para poder vivir con otros. Es decir reprime las pulsiones, interviene, regula, crea normas y valores éticos: prohíbe el incesto, manda a no matar, a cuidar a los hijos, a vivir en sociedad.

 ¿Será que al fascismo financiero le interesa que la cultura desaparezca porque con ella desaparece el limite a las pulsiones oscuras que nos hacen odiar y matar a los otros? ¿Será que los monstruos internos que todos tenemos quedan libres cuando se destruye la cultura?

 ¿Quién ha visto algún monstruo caminar por nuestras calles en estos días?

 Quizás no sean solo nuestros libros o nuestras películas, quizás no sea ni Lali Esposito, ni Milo J. ni nuestro “Nunca Más” sino que se trata de la cultura como acuerdo civilizatorio, como limite para que nuestros monstruos internos no salgan a destruir el mundo. Porque cuando eso suceda (o cuando eso termine de suceder) les quedará solo sentarse a ver cómo nos destruimos entre nosotros mientras ellos continúan con el saqueo; de esto que alguna vez fue un país soberano. 

   Ojalá que cuando  podamos dejar nuestra adicción al sufrimiento y frenar esto, no sea demasiado tarde.

 

Ricardo Hernández

 

 

 

 


 

jueves

PENSANDO LA ÉPOCA EN VOZ ALTA I

                                          

                 Que el mundo 

                            se acabe

                               conmigo


      El Drama, 1942, óleo sobre tela. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Arg.


Si no lo hago yo, que no haga nadie. Si yo no puedo, que no pueda nadie. Si yo no puedo en este mundo tal como está, que no pueda nadie. ¿Para qué vivir en un mundo donde nadie me elige, donde nadie me toca, donde nadie coge conmigo?

Pulsión de muerte. No vale la pena vivir. Nada tiene sentido. Me da lo mismo todo. Siento que no tengo futuro. Nada me importa. No tengo nada que perder. No tengo nada, de lo que importa tener. Me tocó ser lo que da averguenza ser. Quiero lo que le tocó tener a los otros. Envidio. Odio. Los demás tienen lo que a mi me corresponde. Resentimiento. Venganza. Que nadie tenga futuro si yo no lo tengo. Qué me importa el futuro si yo no lo tengo. Hay que destruir el mundo que disfrutan los otros. Envidia. Destruyamos el mundo porque al destruirlo me garantizo morirme y que los demás se mueran conmigo. Que se pudra todo.

 

   Desde hace un tiempo intento armar este rompecabezas que me explique quiénes son los llamados "libertarios", qué tienen en la cabeza, cómo piensa este grupo de dementes que nos gobiernan. No lo digo como una metáfora, ni para diferenciarlos de los buenos que supuestamente somos nosotros, los que no los votamos. Ni tampoco para exaltar las virtudes de la oposición que llegado el momento tendrá que dar explicaciones a la historia, ni para culpabilizar a la sociedad que no se dio cuenta. Ya está, están ahí, están acá y por más que le busque la vuelta nos gobiernan y han sido elegidos por un amplio numero de personas que los siguen apoyando. Ya está.

   Podría caer en las definiciones vulgares y decir que son un grupo de pajeros resentidos que no han podido con su vida y vienen a vengarse de los que les hicieron bullying y de las mujeres que no los eligieron; sin preguntarse mínimamente qué hicieron ellos para seducir, enamorar o quererse ellos mismos para poder ser queridos por alguien. Pero no puedo decirlo porque soy progre y los progres no hablamos así. Porque tampoco me animo a diferenciar la paja egoísta que elije gozar solo, de las otras pajas más diversas incorporadas a vida sexual: porque el discurso progre también tiene sus límites. Hay una canción de Zamballony que dice algo así como que ha dejado muchas cosas en la vida pero nunca pudo dejar la paja. Pero como los progres escuchamos a Silvio Rodriguez  y no a Zamballony mejor cambiar de tema.

   Mi ética progre no me permite hablar de las personalidades( después de todo uno no es psicólogo)y tiene más prestigio hablar del proceso capitalista actual, del sujeto atado al sentido común y las nuevas subjetividades que reconocer públicamente que estamos en frente de unos dementes.

   Quizás el mundo es más simple de lo que muchos creemos y los malos solo sean unos improvisados que encontraron la llave de la puerta que libera los demonios. Tal vez sea por eso que "esto" que estamos viendo no encaja en ninguna teoría que conozcamos hasta ahora, demasiado estatistas para ser liberales, demasiados capitalistas para ser anarquistas, demasiados vulgares para ser inteligentes, demasiados estúpidos como para ser nazis, demasiados hdp como para esperar de ellos algo de bondad.

   Quizás sean solo un grupo de personas que no tienen valor suficiente para ser de otra manera, gente que cree que  los demás tienen (y han tenido siempre)lo que a ellos les corresponde y eso merece venganza y destrucción.  Porque destruir el mundo les resulta un buen negocio, se sienten muertos en vida aunque nos lo reconozcan. Nada tiene sentido para ellos más que el goce de destruir porque con eso se garantizan que como no tienen el valor de vivir con otros, de amar y ser amados puedan pasársela suicidándose; preparando la destrucción del mundo que los mate y nos mate a todos. Porque no tienen el valor de morir solos, ni aguantar la idea de que si ellos mueren el mundo seguirá girando. Harán lo posible para que el mundo se acabe con ellos. 


R.H.


Video relacionado de R.H. 

    
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Video relacionado con "Progresismo"


 

miércoles

ATADO A UN ÁRBOL


 



   Cuando leí a Carl Jung sentí que esas lecturas venían a decirme algo, sobre una seguidilla de pequeños sucesos, que si no fuera por estar atravesando el dolor de una ausencia quizás formaría parte de lo que solemos llamar casualidades. La pregunta necesaria que aparece no es ¿por qué suceden? sino ¿por qué suceden todos en este tiempo tan especial?. Un picaflor a cinco centímetros de mí cara mirándome a los ojos, una cámara de vigilancia hogareña que apuntaba al cuarto de mi hijo cayendo justo la noche de su muerte: un potrillo al amanecer en una calle desierta queriendo casi hablar conmigo, una piedra en forma de corazón que se raja a días de la tragedia y otras cosas más. Demasiadas para pasarlas por alto y tan poco para una mente racional y sin fe como la mía. Quizas por eso me resuenan más convincentes, aunque duras, las palabras de Jacques Derrida  despidiendo a una amigo. Determinante, en un adios definitivo.

   Después llegué a Spinoza como llegan los que se hacen preguntas sobre el origen y el final de las cosas. A veces parece llamarle Dios, un todo del que venimos y al que volvemos. Por momentos es complejo para explicar pero más creíble. No sé. Hoy sin embargo estoy sentado en el sillón de mi casa mirando una pantalla y siento que soy José Arcadio Buen Día. Veo Netflix que es como un señor macanudo que administra emociones en un tiempo en que no podemos vivir sin que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. Mi generación estuvo marcada por la lectura de Cien años de soledad, por la necesidad de construir nuestro propio Macondo para vivir un destino propio. Pero también por la necesidad de saber, de investigar el por qué de las cosas; conocer el funcionamiento del mundo y el sentido de nuestra existencia. José Arcadio andaba en algo de esto mezclando sustancias, haciendo cálculos, midiendo coordenadas, intentando revivir a su amigo Melquiades y llegando a conclusiones contundentes, irrebatibles demasiado para el común de la gente que quiere vivir en la cordura. La verdad del que pudo ver más allá de lo conveniente, al limite de lo que se puede aceptar, muy al borde de ese abismo al que no hay que mirar demasiado porque de tanto mirar nos caemos. ¿Es conveniente saber toda la verdad?¿Es necesario saber del sinsentido de la vida? ¿Es mejor creer en algo para seguir viviendo?

   La escena muestra a un hombre horrorizado por su descubrimiento. Su futuro yerno le  muestra una cajita de música intentando calmar su locura naciente. Era jueves pero él sostenía que era lunes.

  - ¡La máquina del tiempo se averió! ¡El tiempo se detuvo! ¡comenzó la eternidad!-  sentenció José Arcadio como un presagio, con la convicción de los que portan una revelación y con la furia que nace de la impotencia pura. Entonces golpeó todo lo que encuentr:, paredes, muebles, personas. Su hijo y sus vecinos intentaron calmarlo y cayeron golpeados por la fuerza de la rabia misma de un hombre que le pareció mejor volverse loco que aceptar su descubrimiento.

 ¡Los hombres nacieron para morir y ser materia orgánica!

 Lo tiran al piso lo reducen, llora como un niño repitiendo lo mismo. Lo atan a un árbol que hay en medio del jardin y es allí donde esperará la vuelta de Ursula dentro unos días.

  Cuando Úrsula lo ve derrotado en su locura o quizás abrumado por el exceso de verdad, lo acaricia y Jose Arcadio le sonrie.

- ¡Los hombres nacieron para morir! ¡para ser materia orgánica! ¡para ser recuerdo y olvido en la memoria!

 Ella no lo contradice, respira hondo, lo mira como una madre mira a un niño que pierde la inocencia, que supo lo que no había que saber. Lo vuelve a acariciar y se aleja. Tal vez no tiene argumento para entablar una conversación o simplemente sabe que el conocimiento no es siempre necesario para vivir. Que la sabiduría a veces se puede parecer al infierno. Que es un lugar desde donde es difícil volver. El cielo llora con una lluvia tropical que resulta ser un exceso de belleza natural, Las gotas acarician las hojas de las plantas y se confunden con las lágrimas del rostro de Úrsula que se aleja de Jose Arcadio con la decisión de seguir viviendo a pesar de todo.

  El señor Netflix me dirige a el otro capítulo, sin que se lo pida, y me rebelo aunque sea en eso. Ya era de noche, estaba solo y emocionado mirando una pantalla como un buen representante de estos tiempos. Apagué la tele, por ese día ya era suficiente. Tomé las gotitas que me dio el homeópata y me dispuse a acostarme pensando en esta última escena sin decidirme con qué personaje debería sentirme más identificado.


Ricardo Hernández

 

 


 

 

 

 

LA PROMESA


Una mañana de febrero Santi se había levantado temprano para ir al gimnasio y nos cruzamos en la cocina. Su cuarto estába separado de la casa, una especie de casita propia de donde salía en horarios poco previsibles pero muy adolescentes. Ese día mientras preparaba un licuado con cereales y banana, que a mí me parecía incomible me preguntó cómo iba con "el libro sobre Milei". Tardé en contestar y recordé que a fin de año me había preguntado qué iba hacer en el 2024 y le dije que iba escribir un libro sobre esta época.

- ¿Sobre Milei? 

Si - le contesté y me hizo una sonrisa que condesaba todas las discusiones y charlas que habíamos tenido sobre el tema.

  Después en la cocina volvió sobre el tema mientras ambos preparabamos el desayuno. Le contesté que ya tenía casi todos los textos, que los tenía que corregir y mejorar pero que estaban casi listos. Su tono me había parecido calido y eso me dió ganas de contar un poco más.

 Me falta un texto final – le dije

¡Ah! bien entonces. Estás cumpliendo con tu promesa – dijo y se  mando un trago de su brebaje marrón mientras se iba para su cuarto. Recuerdo que me quedé lavando unos vasos y lo vi pasar por la ventana. Se había parado a acariciar la gata que se estaba domesticando a la fuerza de mimos y pensé en preguntarle qué nombre le quería poner.


  Después de su muerte, un dia de los tantos, en los me aparecía en la memoría constantes momentos de su vida me viene al recuerdo esta conversación. Quizas como una tabla en medio del oceano despues del naufragio o como un testeo necesario para saber si esa pulsion a la esritura seguía viva en mí o se había muerto con él. Me dedique a la dificil tarea, por lo menos para mi, de tratar de coregir y mejorar un poco los textos para que esten presentables frente a las lecturas amigas siempre generosas. Dificil recorrer el pasado cuando duele hasta el viento.

   Nunca había imaginado que aquel texto final hablaría de su muerte. Escribir para creer, para que esa información circule mis neuronas y le diga a mi cuerpo que es verdad; que no es una pesadilla nocturna, que es verdad, que Santi ya no está. Aquella conversación, aquella suerte de promesa me aparece como una necesidad de intentar mantener vivo algo de lo que fuí, un manotazo de ahogado quizas o una manera de darme cuenta que respiro aún.




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jueves

¿ SERÁN ELLOS ?

 Observaciones en la mesa 121




   No estaba seguro de quiénes eran y menos de cómo eran, pero es cierto que cuando los pude observar con más detalle me pareció reconocerlos. Hay algo de lo familiar y de lo cercano que me resuena al escucharlos hablar y al observar sus miradas. El fiscal general le daba indicaciones a los suyos hablándoles al oído y anotando cosas en una planilla antes de empezar con la votación. 

Casi todos los fiscales de mesa del partido libertario tenían la edad de mi hijo incluso el que estaba sentado en mi mesa que se mostraba amable aunque no me había aceptado el mate que le cebaba. Era mucha gente que iba y que venía, sin embargo el andar de ellos despertaba la curiosidad de los presentes. 

Visten en general de color negro y si voy a ser prejuicioso de verdad voy a señalar directamente que en general visten camisas negras. Suelen ser prolijos y el más osado quizás tenga una estética rockera con demasiada prolijidad como para que alguien se lo pueda creer. Caminan distinto, hablan distinto, como de otro palo, como portando extranjería, pero al mismo tiempo tienen una pose como de chicos enojados porque que la maestra los sacó del aula por haberse portado mal. Caminan "como si les pesara algo", como si estuvieran cargandose a si mismos, como si lo importante de la vida fuera taparse las heridas a como dé lugar. Tienen algo en la mirada, algo como de perdedores, "losers" en sus distintas versiones; porque quizás son los que se han quedado afuera (o casi) del reparto de recursos, de las simbologías colectivas, de los vínculos sociales en los tiempos de la cancelación, de los lazos rotos, de la retirada del Estado y de la fragmentación.

   Perdedores hubo siempre pero a ellos les tocó una época que los cristaliza en el mismo lugar, que los define, los denomina: son los Rapi, los que trabajan en negro, los de las plataformas, los precarizados que se autoperciben libres, los empleados del super chino del conurbano. Pero también parecen ser los que arrastran las heridas sin cicatrizar del encierro en pandemia. Los que no tuvieron grupos para juntarse más que los grupos del Whatsapp, los que no tuvieron calle, ni escuela para poder tener ganas de no ir. Los que a la edad en que no se sabe qué hacer con las manos les prohibieron tocar a los otros para no enfermarse. Acorralados por los discursos hegemónicos de belleza pero solo dentro de la pieza y el celular(si es que tuvieron ambas cosas). Parecen que son ellos; los mismos que apagaban las cámaras web en las clases de Zoom de la escuela, los desconectados, los que estuvieron metidos dentro de si mismos cuando había que salir, los que pasaron las 24 hs con su familia a la edad en que hay que tratar de alejarse de ellos. Los que no tuvieron ni la posibilidad de ir a la peor escuela al menos para jugar al truco con los compañeros en las horas libres. Los que al volver en su mayoría sufrieron bullyng, los raros, los que les costaba adaptarse, los que quedaban sin grupo para hacer los trabajos prácticos , siempre candidatos a ser los menos elegidos.

Pibes y pibas que no encontraron los vínculos que los contuvieran de forma saludable,  ni puentes con los otros, ni tampoco instituciones para ir a pasar el rato: un club, una sociedad de fomento, un proyecto del Estado, un lugar de pertenencia o al menos una juntada donde animarse a decirle algo a una piba(e).


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Hay una serie muy interesante del año 2014 llamada The Leftover y cuenta que un 2% de la población mundial desapareció sin que nadie pudiera explicar por qué. Solo se esfumaron, se desintegraron, desaparecieron delante de sus seres queridos un día al que llamarón "el suceso". La serie lejos de tomar el camino típico de lo fantástico y convertir la historia en un clásico del terror o resolver el guion con algunos extraterrestres que se llevan gente a su planeta; intenta explicar cómo hicieron los que se quedaron para poder seguir viviendo con la ausencia y la falta de respuestas. Toda la serie está atravesada por la tensión entre los que decidieron no hablar del tema porque eso le provocaba dolor y los que trataron de ponerle palabras al asunto para curar las heridas.

 En relación a la pandemia y la cuarentena...¿Nosotros, como sociedad, pudimos ponerle palabras o decidimos no hacerlo porque es mejor olvidar? ¿Qué consecuencias trajeron esas decisiones?

  En estos días hay un documental girando por el país que se llama "El vaivén de las escuelas" (dirigido por Martín Ferrari y guionado junto a Carlos Skliar) que recopila testimonios de algunas escuelas del país sobre la cuarentena en pandemia y sus consecuencias. Sus creadores salieron de gira para presentarlo y generar espacios de diálogo entre los que asisten a la proyección. En cambio otra gran parte de la sociedad(esto incluye a la escuela) ha decidido que recordar las cosas tristes no está bien, "ya hemos sufrido demasiado como para andar hablando de eso".

¿Cuántas cosas NO pasaron para una enorme cantidad de adolescentes y preadolescentes que estaban en su etapa de cambio? ¿Se puede decir que ya NO pasarán nunca porque al volver a la presencialidad ya ERAN OTROS?

Hay un tiempo que no estuvo y no estará, se esfumó como en The Leftover. 

¿Cuántas conversaciones entre ellos hubiesen existido? ¿Cuántas miradas? ¿Cuántos gestos de un lado hacia otro se hubieran dado en ese tiempo? ¿Cuántos se hubieran enamorado? ¿Cuántas amistades se hubiesen concretado? ¿Cuántos intentos por salir de la vergüenza temblorosa que las personas tenemos para hablar en publico se hubiesen dado y no se dieron? ¿Cuántos saludos de cumpleaños hubiesen existido de esos en donde se apoya la mejilla de otros o al menos hay un apretón de manos? ¿Tenemos dimensión de lo que esas ausencias significaron?.

  Por supuesto que existieron otros momentos y otros gestos que intentaron reparar pero "aquellos gestos de acercamientos únicos e irrepetibles" no existieron y no existirán.

   No estoy seguro de que hayamos podido hablar lo suficiente del tema. No estoy seguro si se hicieron las suficientes canciones para transformar la angustia en otra cosa, las suficientes poesías, los suficientes murales. No se si pudimos a través del arte elaborar lo que nos ocurrió y lo que no.

Cuando se pudo entrar a las aulas muchos no volvieron y recuperarlos fue el gran desafío para el Estado. Algunos se arreglaron como pudieron y otros se quedaron como flotando sin poder sentir al mundo como propio, sin poder canalizar la melancolía por algún lugar distinto al brazo lastimado con una maquinita de afeitar o a la adicción a los jueguitos del celular. La gran mayoría terminó incorporando las lógicas virtuales, los mecanismos de captación de la era digital que naturalizan la eliminación y la cancelación como parte de la vida cotidiana. Con serias dificultades para detener los niveles de enojo y frustración exacerbando la rabia y la indignación. Convertidos en hordas moralistas incapaces de perdonar pero si de castigar y vengarse. En paralelo comienza un proceso de degradación de la palabra como conversación con los otros y es reemplazada por "otras conversaciones digitales" de mucha precariedad como el chateo en distintas plataformas donde el anonimato y la impunidad es parte de la lógica. Habidos de castigar para dar una lección a los otros, para eliminar y segregar; de la escuela, del barrio, del trabajo, del grupo de Whatsapp como una dinámica subterranea que empezó hace rato y no la vimos venir.


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   ¿Serán ellos?....Seguía haciendome preguntas sentado en la mesa 121, como presidente, en rol ciudadano tan antiguo y valioso como la democracia misma. 

   Faltaban tres minutos para empezar, había buen clima de trabajo, el pibe libertario  me pidió un mate y a mi me pareció que era un buen comienzo. Quizás nada era como lo intuía, incluso me había dado ganas de contarle que alguna vez pensé que los que jugaban mucho al Fortnite podían convertirse en asesinos, disparando a lo que se moviera, eliminando adversarios, cosificando a todo ser vivo, matando sin parar. Pero después me pareció que no era un buen tema de conversación, porque nada de eso sucedió. No se hicieron asesinos. Se hicieron creyentes del capitalismo, especialistas en el mercado bursátil, apostadores del bingo virtual, con conocimientos probados sobre criptomonedas, aprendiendo a invertir en la bolsa con videos de tic toc, los pocos pesos que les quedaban de lo que les pasaba papá y mamá.

   Son pibes enojados con los adultos, habladores de un idioma propio en la era digital. Dicen random, astetic y cultivan un sarcasmo que los aleja un poco más. Devenidos en votantes primerizos, hackeadores del sistema político encerrados en sus piezas usando Windows 10. Sienten que todo esto es una manera de vengarse de los padres, de los que no los entendieron, de los que los cancelaron,  de los que les hicieron bullyng, de los que les dijeron ¡Che vos rara de mierda! ¡Vos pajero salí de acá!

  Donde hay un resentimiento suele haber sed de venganza casi siempre. Ellos parecería que están parados ahí. Necesitan vengarse, hacer que todo vuele por los aires aunque sea por un rato, con un tiempo necesario para que alguien los mire y puedan sentir que son "algo" para los otros, que dejan de ser perdedores un momento. Necesitan sentir que los escuchamos o al menos que les tenemos miedo.

¡Para que aprendan  respetar carajo!...Para que les pidamos perdón. Para que puedan vernos arrodillados y humillados como ellos se sintieron alguna vez.

Porque quizás hay una enorme necesidad de sentir que alguien los elige(aunque sea a través de un loco), que tienen el poder de la revancha, que son los dueños del botón que hará explotar todo por los aires.

¿Te acordas cuando te reías de mi? ¡Vos y tus amiguitos! ¿Te acordas o no te acordas?

¡Bueno mirá! ahora el boludo toca este botoncito...¡y volamos todos!...


¿Serán ellos? ¿O no?


 Quizás no pudieron dimensionar lo hecho porque no han aprendido a contextualizar en tic toc ya que es lo mismo un video de Milei que uno sobre un chino rompiendo piedras para ver si adentro tiene diamantes. 

Tal vez hasta ellos están sorprendidos...y ahora ¿Qué van a hacer si no encuentran el icono de DESHACER? ¿Qué van a hacer si nunca se metieron al panel de control para buscar RESTAURAR EL SISTEMA?

¿Incendiarán la casa solo para llamar la atención?. ¿Podremos hacer un puente hacia ellos y conversar un poco? ¿podremos escucharlos y hacernos cargo de la parte que nos toca en esta historia? ¿O los dejaremos solos esperando que se cansen y digan "Bueno no juego más".....




R.H.





N

CANAL DE YOUTUBE " TRINCHERA DE PALABRAS "

 







Son tiempos extraños estos, difíciles de comprender, de digerir. El Neoliberalismo nos hizo creer que para sobrevivir había que dejar de ser nosotros mismos y parecernos un poco a ellos. Fuimos tan obedientes que un día no pudimos reconocernos frente al espejo...


INVITAMOS 

A todos los que crean que tienen algo para decir sobre la realidad de estos días  y quieran expresarlo a través de la literatura, la música o alguna expresión artística puedan hacerlo enviando un video con su propia voz interpretando y explicando porque han elegido expresarlo de esa manera. 


El espacio es un canal de Youtube en donde se subirán los videos.  Pueden enviar el videos al numero por donde han recibido este link o enviar un mail a hacialocolectivo@gmail.com


HACE CLIK EN LA IMAGEN PARA ACCEDER AL 

CANAL " TRINCHERA DE PALABRAS



martes

LECTURAS DE VERANO

 Sobre relatar el mundo con Alberto, los amigos, la ley como fantasma escolar y los discursos que afloran esperando el meteorito.


                                                                                                                                                                                                                                 Imagen: Cosmopolitan.com


Podría decir que ver cine en estos parajes del Tercer Mundo es ver de algún modo a través de los ojos por donde ve el imperio; pero tal vez incurra en el error de describir las cosas en términos demasiados simplistas, algo reduccionista y un poco anticuado. Sin embargo, invocar a estas categorías en la época del relativismo y la negación, es casi un acto de rebeldía, aunque más no sea para armar una discusión con algún cuñado en la mesa familiar. Lo cierto es que la película “No miren para arriba” no ha impactado ni por su éxito de taquilla, ni por sus galardones ya que hablamos de un guion regular, apenas aceptable, que tampoco se destaca por los efectos especiales que nos tienen acostumbrados estos proyectos sobre todo cuando se trata del fin del mundo. Sin embargo, algo ha tocado en la fibra de algunos sectores y no son pocos los periodistas o profesionales de distintas disciplinas que han tenido la necesidad de decir algo al respecto.

El argumento dice que la vida en la tierra se extinguirá por la caída de un meteorito y uno tiene la sensación que se podría hablar en los mismos términos del Covi-19 o de la contaminación ambiental y la historia funcionaria igual. Hay un grupo de científicos que descubre lo que va a suceder y una sociedad que mira para otro lado; que niega, que subestima, que básicamente está en la pavada consumista de estos tiempos. Final predecible, todos nos identificamos un poco con todos, no se profundiza en causas, razones, hay sarcasmo, se ironiza como escape a la angustia, todos conformes. Fue la generación testigo del fin del mundo, no había mucho para hacer.

Es difícil ver dónde está la fisura, la hilacha suelta de estos relatos que los hacemos propios cuando se refieren a lo autodestructivo de la especie humana. Si de eso se trata habría que comenzar entonces por describir al capitalismo como creación humana devorando recursos naturales sin límites más que las ansias de reproducir el capital y ensanchar los márgenes de ganancias.  No es una declamación de la humanidad perdida en camino a la extinción lo que intento decir, no al menos en términos morales. Ni tampoco una demonización simplista del capitalismo como monstruo culpable de todos los males sino más bien una descripción de lo humano conteniendo pulsiones de vida y de muerte al mismo tiempo. El Capitalismo mejorando la esperanza de vida a escala mundial desde su conformación y al mismo tiempo como maquinaria que produce muerte, exclusión y desigualdad: todo en un mismo combo.

Sin embargo, esta mirada sobre la naturaleza humana que suelen traer estas películas quizás esconda el tema de la dominación del hombre por el hombre, de algunas clases sociales sobre otras, de países centrales sobre los dependientes, del poder financiero sobre las naciones, etc, etc. Este velo discursivo plantea que el mundo es injusto porque SI y todos somos responsables; sabiendo que en este plano el TODOS es en general es NADIE.

¿Quiénes son los responsables que el mundo esté de esta manera?

Responderemos entonces con mucha convicción: la raza humana, la humanidad; generalidades sin nombres y apellidos.

En este sentido las responsabilidades en sus distintos grados se diluyen y como es algo natural no hay nada que hacer. ¡Somos así! ¡Que se le va a hacer!. Quizás estemos transitando un tiempo histórico en donde se nos invita a ser meros relatores de lo que pasa, de lo inevitable. Observadores de lo que no se puede modificar, describiendo los que otros (los malos) han hecho sin referencias históricas, sociales que puedan señalar a los artífices reales; son los malos, los corruptos, los políticos, los poderosos, la casta. Este mecanismo también nos salva a nosotros mismo dentro de la masa ¡total fuimos todos!.

Estas responsabilidades aparecen tan diluidas que nos enfrentan en muchos casos a la paradoja de un mundo donde el capital financiero está cada vez más diversificado, podríamos decir, sin mucho margen de error que los mismo que nos llevan a la miseria y a la destrucción del planeta después nos hacen una película sobre lo injusto que es el mundo que la pasarán en alguna plataforma en la que estamos suscriptos.

Quizás algunas de las trampas que esconden estos tipos de mensajes son las resistencias que existen a que las cosas sean como son, esconden a los que eligen otros caminos, otras formas de vivir tomando conciencia del tiempo histórico, reaccionando, actuando, haciendo, militando, participando, tratando de construir una sociedad que no sea tomada por los individualismos, por el consumo, por el endiosamiento de los objetos y la denigración de los sujetos, tratando de no vivir alienados. No tengo muchos pergaminos que me acrediten como un luchador, pero me animo a estar en la lista de los que no nos resignaremos a ser solo espectadores que miran para otro lado o para arriba cuando el meteorito ya está cayendo. Son muchos los que vienen advirtiendo que el Capitalismo mata y que el cuidado del medio ambiente es un tema que debe estar en agenda del progresismo. Hay muchas organizaciones que levantan la voz por la contaminación ambiental, proponen formas de producción alternativas con una relación distinta con la naturaleza. Tal vez por eso hace ruido la película “No miren para arriba”, porque a pesar de su sarcasmo, su reclamo no termina de transgredir la mirada de los poderosos y nos hace creer que todos somos de la misma calaña sin más remedio que relatar de la mejor manera el final.



La ley como fantasma escolar



                                                                                                                                                                                                                                     Imagen: Sopitas.com                                                                                                                                                                                                                  


Cuentan algunos compañeros que tienen varios años en el sistema educativo: en los años 90, si mal no recuerdo, hubo un viaje de egresados de alumnos de escuela pública de la Provincia de Buenos Aires en donde se produjo un accidente en el micro en que viajaban. Tuvo como consecuencia muchos muertos y heridos, algo terrible según relatan. Al momento de hacer los peritajes del accidente se descubren muchas irregularidades en los controles no solo del vehículo sino del propio registro de chicos autorizados para hacer el viaje. No se detalles al respecto, pero lo cierto es que a partir de ese momento la Pcia de Buenos Aires decide bajar en su normativa ajustes en lo que tiene que ver con las responsabilidades de los docentes; sanciones en el caso de no cumplirlas en el marco de protocolos nuevos tendientes a que la situación mencionada no se produjera nunca más.

Sería así como cobró suma importancia la idea de la responsabilidad civil y tal vez sea un momento bisagra en las dinámicas escolares. La contracara de una medida que fue pensada para cuidar vidas, junto a otros factores más complejos seguramente; dieron inicio a la colonización del discurso escolar y sus paradigmas por parte de una mirada judicial del trabajo docente. Desde entonces según entiendo “las pruebas” de lo que hacemos reflejadas en actas e informes y miles de planillas de control pasaron a ser los elementos más importantes, incluso por encima del trabajo y las situaciones concretas que se viven. Es decir, no solo es importante lo que se hace sino lo que se escribe sobre lo que se hace, y si ajustamos las miradas a veces es más importante que se escribe de lo que se hace que las mismas intervenciones. La normativa paso a ser central como cuidado del otro, como control, como autoridad, como habilitación o como límite en un sistema que se debe todavía, a mi entender, mecanismos para su propia evaluación. Esto trajo un proceso en el colectivo docente en general y en cada escuela en particular en donde se cita la normativa como un mantra marcando una línea que separa, como toda ley la posibilidad de estar adentro o afuera de ella. Entonces la normativa se abre en tres dimensiones quizás:

1)    La normativa concreta que se ha escrito y bajado para su cumplimiento,

2)    La interpretación que se hace de la misma

3)    La normativa como idea fantasmática y persecutoria

¿Cuál es ese límite que separa lo que está fuera de la norma y lo que no?

¿Qué efectos produce en un sistema que en general le cuesta hablar de sí mismo?

¿Qué cosas dejamos de hacer por el temor a ser sancionados?

¿Qué pasa con las cosas que no dice la normativa?

Sea como sea ese fantasma recorre las escuelas desde hace tiempo como una idea paranoica que dice que vienen por nosotros, que hay que cuidarse, cubrirse, protegerse porque hay un alguien que vendrá por nuestros errores, por nuestras fallas, por nuestros olvidos, por nuestros incumplimientos. Que todos tenemos errores es un aliciente que no aplica en esto porque no alcanza ni para empezar. Porque por más esfuerzo que hagamos y por más tranquilo que estemos con nuestro accionar siempre habrá un rincón de debilidad, de miseria imperdonable, que puede ser descubierta por el portador de la norma, de la ley, como un comisario, como un fiscal, un especialista que ha leído palabra por palabra lo que dice la ley y siempre recuerda más que nosotros, que separa con una línea lo aceptado y lo que no. Lo que nos distinguirá o condenará a ser mirados como buenos defensores de los derechos de los niños o irresponsables absolutos, no hay grises en ese terreno. Es un límite delgado que nos convertirá en habitantes ilegales de una moral reglamentaria, despojados del respeto de los pares, farsantes que han quedado desnudos porque estábamos disfrazados de buenas personas cuando solo éramos impostores del profesionalismo. Distraídos encontrados con las manos en la masa, expuesto en su humanidad. Porque el error humano no tiene lugar en esta lógica, es una mancha, la hoja de un legajo que todos quieren arrancar. La sensación de que los aciertos no importan y solo vendrán por nuestros errores.

Si cada uno hace su trabajo todo funciona bien”, “hay que hacerlo porque estamos obligados”, “Así nos cuidamos todos”, “Tenemos que cubrirnos para cuando vengan a pedirnos explicaciones” “Cuidarnos las espaldas” porque seguro que alguien nos mandará al frente, alguien nos cagará.

Ese lugar en donde todas las carteleras perfectas que hicimos para que lo vean las inspectoras no alcanzaron, atrapados en lógicas de las que si no huimos pronto tendremos que pedir licencia psiquiátrica.

Sabemos que no es para tanto y sin embargo no podemos dejar de comportarnos como quienes están a punto de ser desterrado, de ser descubiertos en su falta. Con la enorme dificultad de poder confiar en alguien porque el de al lado le pasa lo mismo (y peor); cree que se está ahogando y pega manotazos en nuestra cara con tal de sobrevivir. Y Ahí estamos, a veces, perdiendo el eje, olvidándonos un poco todos los días que estamos para ayudar y no solo para cuidarnos.



El amigo



                                                                                                                                                                               Imagen: Susana Giacoboni . Artelista.com


Hace algunos años tenía un compañero de trabajo que era amigo de todos. Era amable, simpático, buen compañero y divertido. Todas las tardes, a la salida del mercado donde trabajábamos, se lo podía ver tomando una cerveza con un compañero distinto en un bar de mala muerte, pero pintoresco, que se llamaba Pinocho. El lugar atraía al mediodía a los que querían comer barato y a la tarde a los borrachines de San isidro que por la crisis ya no podían pagar un trago en La Bicicleta que era el bar con más status de la zona. Jorge, así se llamaba mi compañero lograba convencer a los verduleros, los carniceros, al personal de limpieza, a los administrativos y a más de un encargado de sección también para compartir algunos tragos. Eran largas charlas que la coronaria con el festejo de cumpleaños en el mes de diciembre cuando asistía casi toda la empresa. Podría decirse que hasta ahí era comprensible su espíritu fraternal, admirable para muchos. Lo que no me terminaba de cerrar era que también lograba que fueran los alcahuetes de los jefes: buchones, gente despreciable que no tenía ningún problema en perjudicar a un compañero con tal de ascender. Yo era un poco más prejuicioso que ahora y el asunto me molestaba bastante, no lo voy a negar. Tenía una mirada más cerrada de la amistad y no podía concebir que tratara de la misma manera a los unos y a los otros, me preguntaba todo el tiempo si le daba lo mismo. Alguna vez se lo insinué en una ronda de amigos pasados de cervezas y me contesto que él no era de pelearse con nadie y que en el fondo todas éramos buenas personas.

En una ocasión los delegados de las distintas secciones llamarón a un paro por las malas condiciones en que se trabajaba, sobre todo el personal del depósito que lo hacía con máquinas viejas lo que había provocado un accidente con un compañero. Hacíamos paros dos horas por turno y la cosa se ponía tensa. Los delegados eran perseguidos y controlados para engancharlos en alguna transgresión, echarlos con causa y no pagarles lo que correspondía. Los alcahuetes de siempre anotaban en un cuaderno cualquier infracción a las reglas de la empresa: llegadas tardes, salidas de la sección sin permiso, o alguien comiendo la mercadería que estaban para la venta. Cuando ellos se acercaban todos dejaban de hablar y casi nadie les dirigía la palabra. Digo casi porque siempre había que alguno les daba igual y por razones que yo no lograba comprender, entre ellos Jorge que conversaba como si nada sucediera. El conflicto termino con todos los delegados despedidos, menos Manuel, el verdulero, que era un buchón infiltrado en el sindicato. A la mañana siguiente en que nos fuimos enterando de todos los compañeros despedidos lo vi a Jorge conversar con Ariel que era el informante de los gerentes y que según se supo después había ayudado a confeccionar la lista de despedidos con causas inventadas.

¿Por qué le hablas a ese hijo de puta? ¿Vos estas con nosotros o con la empresa?

¡Repondé pelotudo! le dije enfrente de la góndola de fiambres.

¿Por qué le das conversación y te reis con ellos?

¿No podes quedarte callado aunque sea?

Jorge me miró a los ojos, con cierta indignación.

¡No, no puedo dijo!... y se fue caminando por un pasillo de los artículos de limpieza a seguir haciendo su trabajo. Después de ese día nuestra relación no volvió a ser nunca la misma. El siguió haciendo reuniones, fiestas a las que dejé de ir. No lo increpé más ni le pedí más explicaciones sobre sus actitudes, pero entendí que la idea de amistad que tenía necesitaba de gestos que el no estaba dispuesto a tener.

 

Cada vez que escucho a Alberto pienso en Jorge. Ya sé que no es lo mismo ni por casualidad; pero es lo que me pasa. Al principio lo escuchaba y después me fui aburriendo de a poco, aunque diga cosas que estoy de acuerdo. Quiero aclarar que si de algo estoy seguro es que lo volvería a votar si fuera necesario en este contexto. Pero verlo tratar como amigos a Gerardo Morales, a Larreta, a muchos periodistas que lo defenestran y a muchos empresarios que ayudaron a fundir el país no lo puedo soportar. Yo no digo que los insulte o falte el respeto pero que se ría y los trate casi con afecto no lo puedo soportar.

Será tal vez inmadurez e incomprensión de mi parte que no entiendo la responsabilidad de su cargo, la necesidad de dialogar, la correlación de fuerzas, que la cosa pasa por otro lado ahora. Puede ser. Quizás son mis resabios de sectarismo, mala lectura del tiempo histórico. No sé.

Tal vez es un tema tan menor y este planteo roce lo ridículo y quede como en esos sketch del Chavo hablando solo algo que debía callar. O quizás lo pequeño devele lo importante, lo que cuesta ver, lo que no queremos ver (a veces yo tampoco quiero ver).

Tengo la limitación de no poder cruzármelo en ninguna góndola de supermercado y preguntarle como a Jorge ¿Por qué te reis con ellos de la misma manera que con nosotros?

Tal vez no le da para tocarle la rodilla primero a nadie, pero por lo menos que al hablar, al pararse, la mirar, al reírse que se note un poco más que es de los nuestros.



El relator y la ley 


                                                                                                                                                                              IMAGEN: RADIO RAFAELA DIGITAL

No es una seguidilla de textos anti Alberto los que están leyendo, aunque el personaje se presta bastante, me parece. Quizás su rol, su centralidad, el grado de exposición y la manera en que asume todo eso lo ponga también como el reflejo de un tiempo. Sin ir más lejos en una entrevista realizada por Nora Veiras en su inauguración de su nuevo programa por Am750 se refería a la realidad del país, a la situación de la corte suprema y de Milagro Sala de una manera de la cual me interesa rescatar su tono más que su contenido. Describió su indignación y las acciones del gobierno para modificar esa realidad en el marco de lo que él entiende son las normas de la democracia. Se lo escuchó entonces como un espectador y relator más de un mundo que sucede ante sus narices. Dijo lo que pasa sin asumir la posibilidad de hacer algo que transgreda la interpretación de hegemónica de las normas, esas normas que han caducado como herramientas para mejorar la vida. Enredado en la falsa dicotomía de ser democrático o no. Sin profundizar demasiado en la posibilidad concreta de ver si esos esos acuerdos siguen impartiendo justicia ya no sirven habrá que crear otros, reinterpretarlos, buscarles la vuelta, fortalecerlos, hacer que no sea letra muerta. Quizás esa sea la paradoja de estos tiempos. Resignarnos a que no se puede hacer nada que la ley no diga, o mejor dicho que la interpretación hegemónica de lo que es la ley dice en la idea de Republica actual.

La ley tiene tantos resquicios como abogados y jueces hay para reinterpretarla, pero hay que tener voluntad de querer ir en contra de las nuevas leyes que dominan el sentido común, el de los discursos mediáticos, los de la política actual, la de las redes que ejecutan a cualquiera en segundos con sus ejércitos de creadores de subjetividades que se lanzan como cohetes de autodefensa cada vez que el poder real ve atacada sus lógicas. Quizás es un momento de transición en donde los acuerdos que hemos creado son para una época en la cual la democracia y sus mecanismos servían para dar justicia, una época en la cual haya que reforzar, hacer posibles, dar recursos al Estado para que eso suceda. No podemos aceptar la invitación permanente a seguir lamentándonos por lo que no se puede hacer, o lo que es peor describiendo solo que se hizo lo posible dentro de lo que la ley permite. Porque las normas no pueden ser solo un permiso para hacer porque eso implica limitar la creatividad política, colectiva e individual además de limitar la búsqueda de alternativas.

La sociedad en su conjunto ve como las distintas herramientas, instituciones, legislación se encuentra con un límite concreto en donde hay algo que no termina de hacerse o de ocurrir. Desde una queja ante cualquier secretaria de   defensa al consumidor en donde se puede hacer poco frente al poder de empresas monopólicas, que a veces eligen pagar las monedas de una multa en vez de solucionar los problemas. Hasta las mujeres que sufren de violencia y tiene que ir a denunciar a una comisaría en donde son tan violentos como su pareja, por no nombrar los dictámenes que llegan tarde o no se controla su cumplimiento y la consecuencia es un femicidio más. Por nombrar dos cuestiones más visibles que no tienen que ver con el armado de causas y la diferencia del cumplimiento de la ley según clases sociales.

Hay algo en la constitución de la ley que no funciona, por su incumplimiento y también por su devoción. Su incumplimiento en parte por el mal funcionamiento los mecanismos que la hacen posible dejándola solo en declamación y su devoción por pensar que la ley puede contemplar todo lo solucionable en una sociedad.

Por momentos la ley como acuerdo queda relegado a su faceta de imposición donde sin importar si está legitimado por la realidad. Es solo valida porque es ley (no importa sirve o no) y es cuestionable porque se quedó sin legitimidad; la realidad. Porque esa realidad ya no está ligada a los argumentos sino a las creencias; podemos creer o no esa realidad como un libertario y degradar las normas solo porque no nos gustan. Para un lado y otro, para su cumplimiento irrestricto y para su evasión, en ambos extremos hay un vacío.

Dentro de la ley todo fuera de la ley nada dice un refrán en el cual todos nos protegemos para no quedar del lado de los delincuentes, de los pecadores. ¿Pero a que ley nos referimos? ¿A la que no da justicia? ¿Reinterpretarla en salirse de la ley? ¿Para que se hacen las leyes si o es para hacer justicia?

Creo que el desafío de estos días en parte es no ser solo los espectadores de una forma de mirar las cosas, ya que puede haber otras formas y eso no nos hace delincuentes, sino buscadores de otros consensos. Las leyes se pueden modificar, reinterpretar, abolir como se han hecho a lo largo de la historia para lograr vivir mejor, pero hay que animarse a decirle basta a los poderosos cuando su idea de ley produce injusticias, animarse a implementar acciones en ese sentido. Hay que proteger la ley cuando ayude a vivir en una sociedad justa y modificarla cuando no lo haga. Ese es un nudo a desatar de estos tiempos y lo digo en voz alta para escucharme a mí mismo que soy docente y desempeño mi trabajo en un sistema tomado por el discurso judicial.

Dejar de pensar a la ley solo como un límite sino como una posibilidad. Ya bastante con lo que dice como para que imaginar lo que “parece” que dice, porque si no estamos hablando de otra cosa. De alguien que nos reta, que nos llama la atención, que nos dice como deberíamos ser. Un analista amigo una vez me dijo que para él uno de los problemas de la sociedad de estos tiempos era que se confundía la ley con el superyó, tal vez se trata de eso.

 

 Ricardo Hernández