miércoles

LA PROMESA


Una mañana de febrero Santi se había levantado temprano para ir al gimnasio y nos cruzamos en la cocina. Su cuarto estába separado de la casa, una especie de casita propia de donde salía en horarios poco previsibles pero muy adolescentes. Ese día mientras preparaba un licuado con cereales y banana, que a mí me parecía incomible me preguntó cómo iba con "el libro sobre Milei". Tardé en contestar y recordé que a fin de año me había preguntado qué iba hacer en el 2024 y le dije que iba escribir un libro sobre esta época.

- ¿Sobre Milei? 

Si - le contesté y me hizo una sonrisa que condesaba todas las discusiones y charlas que habíamos tenido sobre el tema.

  Después en la cocina volvió sobre el tema mientras ambos preparabamos el desayuno. Le contesté que ya tenía casi todos los textos, que los tenía que corregir y mejorar pero que estaban casi listos. Su tono me había parecido calido y eso me dió ganas de contar un poco más.

 Me falta un texto final – le dije

¡Ah! bien entonces. Estás cumpliendo con tu promesa – dijo y se  mando un trago de su brebaje marrón mientras se iba para su cuarto. Recuerdo que me quedé lavando unos vasos y lo vi pasar por la ventana. Se había parado a acariciar la gata que se estaba domesticando a la fuerza de mimos y pensé en preguntarle qué nombre le quería poner.


  Después de su muerte, un dia de los tantos, en los me aparecía en la memoría constantes momentos de su vida me viene al recuerdo esta conversación. Quizas como una tabla en medio del oceano despues del naufragio o como un testeo necesario para saber si esa pulsion a la esritura seguía viva en mí o se había muerto con él. Me dedique a la dificil tarea, por lo menos para mi, de tratar de coregir y mejorar un poco los textos para que esten presentables frente a las lecturas amigas siempre generosas. Dificil recorrer el pasado cuando duele hasta el viento.

   Nunca había imaginado que aquel texto final hablaría de su muerte. Escribir para creer, para que esa información circule mis neuronas y le diga a mi cuerpo que es verdad; que no es una pesadilla nocturna, que es verdad, que Santi ya no está. Aquella conversación, aquella suerte de promesa me aparece como una necesidad de intentar mantener vivo algo de lo que fuí, un manotazo de ahogado quizas o una manera de darme cuenta que respiro aún.




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1 comentario:

Anónimo dijo...

Negro que grado de belleza y de dolor en simultáneo!! Cumplida la promesa y me imagino a Santi sonriendo