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PENSANDO LA ÉPOCA EN VOZ ALTA II



¿QUIÉN DETENDRÁ A NUESTROS MONSTRUOS?




 Botero - Matanza de los inocentes 

   ¿Por qué los “libertarios” atacan a la cultura?¿Será que al gobierno nacional no le gusta nuestros libros, nuestras canciones, nuestras pinturas, nuestros bailes, nuestras formas de expresar ideas a través del arte? ¿O habrá otras razones?

  Se ha escuchado mucho en relación a las personalidades y características psicológicas de muchos integrantes de este gobierno, incluido el presidente por supuesto. Pero quizás a estos tiempos haya que escarbarlos con la pregunta de lo más básico, de aquello constitutivo, del  origen mismo.

   En este sentido muchas de las corrientes de pensamiento que posan su mirada en la sociedad sostienen que “la cultura nace cuando se renuncia a las pulsiones”. Es decir cuando se reprime algo de los impulsos primarios para poder vivir en sociedad. La cultura pone un limite, una ley, un mandamiento, un acuerdo colectivo; propone lo que se puede y lo que no se puede hacer para poder vivir con otros. Es decir reprime las pulsiones, interviene, regula, crea normas y valores éticos: prohíbe el incesto, manda a no matar, a cuidar a los hijos, a vivir en sociedad.

 ¿Será que al fascismo financiero le interesa que la cultura desaparezca porque con ella desaparece el limite a las pulsiones oscuras que nos hacen odiar y matar a los otros? ¿Será que los monstruos internos que todos tenemos quedan libres cuando se destruye la cultura?

 ¿Quién ha visto algún monstruo caminar por nuestras calles en estos días?

 Quizás no sean solo nuestros libros o nuestras películas, quizás no sea ni Lali Esposito, ni Milo J. ni nuestro “Nunca Más” sino que se trata de la cultura como acuerdo civilizatorio, como limite para que nuestros monstruos internos no salgan a destruir el mundo. Porque cuando eso suceda (o cuando eso termine de suceder) les quedará solo sentarse a ver cómo nos destruimos entre nosotros mientras ellos continúan con el saqueo; de esto que alguna vez fue un país soberano. 

   Ojalá que cuando  podamos dejar nuestra adicción al sufrimiento y frenar esto, no sea demasiado tarde.

 

Ricardo Hernández

 

 

 

 


 

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