sábado

CUADERNO BORRADOR PARA LA VUELTA A LA ESCUELA


El siguiente texto pretende ofrecer algunas reflexiones en torno a la posible vuelta a la escuela en forma presencial. Pero entendiendo que se trata de una situación única e inesperada de aprendizaje colectivo donde es muy difícil predecir lo que irá sucediendo. En este sentido este borrador como tal tendrá  falencias y aspectos a corregir.


Saber cómo los niños volverán a las aulas es todavía un misterio dentro de todos los cuidados sanitarios a tener en cuenta en un contexto de pandemia mundial. Imaginamos en principio el respeto a los protocolos básicos hasta aquí presentes en donde tendremos que incorporar como cotidianos de esa nueva normalidad a la distancia social, a los tapabocas, al lavado de manos, el alcohol en gel y otros elementos que hacen a la vida diaria actual. Los intentos por tener una continuidad pedagógica en las actuales condiciones reflejan aciertos y errores, potencialidades y limitaciones muy marcadas para desempeñar el rol educativo tal como lo conocíamos. Lo que está por verse todavía cuáles serán las consecuencias que tendrán dentro del sistema educativo y cómo repercutirá en la vida de toda la comunidad escolar.

Uno de los primeros interrogantes es si podrá estar a la altura de los acontecimientos, tanto por los recursos que tendrá que disponer el Estado para el cuidado de la salud sino también para saber si podrá pensarse a sí mismo después de semejante acontecimiento mundial.

En el plano específico de la educación es saber si este Estado decidirá garantizar la conectividad como un derecho básico. En esta realidad parece uno de los primeros pasos ante una posible repetición o vuelta atrás de la situación. El otro asunto es más difícil de imaginar en cuanto a los elementos necesarios de higiene y desinfección que harán falta en los nuevos protocolos y la organización de esos recursos. Más la organización de la comunidad educativa en relación a horarios y espacios que garanticen un distanciamiento mínimo.

Nuestros pueblos ya han sabido de pandemias y epidemias varias en su historia pero no de las características de la atravesamos. Tal vez por la rapidez del contagio, por el desarrollo del transporte de personas y de las comunicaciones hagan que sea de esta manera tan espectacular, sin decir con esto nada novedoso.

¿Podrá la escuela anticipar algo de las consecuencias de la misma para modificar aspectos de su manera de educar o simplemente se irá adaptando a los acontecimientos?.
¿Podrá ver la enorme heterogeneidad de la realidad de sus alumnos y sus contextos o se seguirá inclinando a tener un discurso de uniformidad?

¿Pasará de tener mucha dificultad para incorporar a la tecnología al proceso de aprendizaje a depender de ella?
Lo cierto es que este fenómeno mundial no le está sucediendo solo a sus alumnos para los cuales tendrá que pensar su nuevo rol sino que nos está sucediendo a todos de distintas maneras y con distintas consecuencias.

En este sentido no será por elección los cambios que tendrá que hacer la escuela como institución y toda su comunidad, sino por necesidad de cuidado. Sin embargo quizás el desafío sea hacer de ese cambio una transformación y no solo una adaptación al mundo que viene.

¿Estaremos a la altura de las circunstancias? ¿Podremos preguntar y preguntarnos qué tipo de escuela necesitamos y queremos?

Que nos dejará la pandemia como aprendizajes en una comunidad que en general tiende a quedar atrapada en sus propias lógicas. Más tendientes a quedar atrapado en los paradigmas de la eficiencia y la practicidad muchas veces o dándole entidad teórica a miradas que no lleva a la práctica.

Un sistema educativo que admite a Tonucci a la hora de hacer trabajos prácticos pero pocas veces llevado a las aulas. Una institución que no puede discutir su organización vertical y muchas veces está más preocupado por cumplir con la autoridad que en educar.

Nadie se preparó para esta situación pero el esfuerzo denodado de los docentes encontró resultados que sorprendió a propios y extraños. Creatividad e improvisación caracterizó a un colectivo que siempre dio pasos hacia adelante, nunca de resignación. Pero también hubo sobre exigencias a los horarios laborales y presión hacia los alumnos en post del cumplimiento del currículum. Es decir que también el sistema educativo cargo sus lastres históricos y ponerse el traje de héroe es un poco mucho, me parece.


Sin embargo podría ser una oportunidad concreta para darle cuerpo a la idea, siempre presente pero pocas veces implementada, de la construcción de un Diagnostico Participativo con toda la comunidad educativa. Existe la posibilidad de que ese regreso a las aulas pueda ser en cierta manera inaugural pero también podría ser la continuidad de las viejas formas en un contexto nuevo. Porque el sistema educativo somos los que lo conformamos así que será en parte nuestra responsabilidad.



La desigualdad




Plantear a esta altura que no es lo mismo estar aislado para los distintos sectores sociales es casi una obviedad. Por el nivel de hacinamiento de muchos, por la dificultad en el acceso a los servicios más básicos, por la situación laboral, por el grado de conectividad a internet y por la inmensidad de razones por las cuales es difícil cuidarse de la manera que necesitan las circunstancias sanitarias y sugiere el mismo Estado.

Más allá de los niveles de cumplimiento del aislamiento en forma individual, por grupo familiar o a nivel comunitario. El afuera es vivido por todos como un lugar de riesgo para la salud así como también el contacto con los otros como posibles vectores del contagio. Pero al mismo tiempo es ese afuera el que permite a la mayoría de las familias  encontrar el sustento diario y a su vez el lugar que descomprimen las largas horas que los niños pasan con sus familias o cuidadores. Cuestión a la  que habrá que sumarles la sobreexposición a todos a los problemas familiares ya preexistentes.

Es en este sentido que para sorpresa de las miradas críticas sobre los aspectos autoritarios de la institución escuela queda a las claras que los niños vivenciaban a la escuela presencial como un espacio de libertad *(Inés Dussel “La Clases en pantuflas).  La escuela como ordenador de las necesidades de los niños de transitar un espacio propio donde la mirada de los padres o quienes cumplan este rol no se encuentra presente.

La idea, no sin cierto prejuicio, de que todos acceden a la tecnología queda por lo menos cuestionada por una realidad que muestra que no es así de ninguna manera. Conectividades precarias, dispositivos sin la capacidad  que el momento necesita, celulares sobrecargados porque solo se tiene uno para toda la familia que en muchos casos tiene que elegir entre comprar alimentos o hacer una recarga.




El tiempo







El tiempo como valor supremo organizador de una sociedad productiva quedó cuestionado, alterado, pausado, interrumpido y modificado. Los discursos hegemónicos lo plantean en mayor medida como un tiempo detenido en el cual habría posibilidades para dedicarse a las cuestiones ligadas al ocio o al entretenimiento. Describiendo tal vez una situación más cercana a los sectores medios con trabajos formalizados  o actividades que pudieron adaptase a la situación o en el peor de los casos consumiendo ahorros al no poder estar activos. No es el caso de los sectores de la población que no tienen un trabajo formal y dependen del día a día sin ningún tipo de cobertura gremial ni social. En estos casos el tiempo que para otros es tiempo de receso o de trabajo domiciliario se trata de tiempos dedicados a buscar estrategias de supervivencia diaria o de confrontación con las propias carencias de recursos materiales o de problemáticas ligadas a la salud y a la convivencia.

Los tiempos de la escuela también quedaron trastocados con la pandemia iniciando un proceso de digitalización con los recursos limitados con los que se contó. A la necesidad de estar conectados se le sumó la presión tradicional por cumplir con las tareas escolares para ser entregadas en tiempo y forma. Se corrigió sobre la marcha y se cambió el mensaje tratando de priorizar el contacto con las familias reconociendo que no se puede reemplazar la presencialidad con los formatos digitales, solo es una estrategia de emergencia.

Es un tiempo transformado que interrumpe procesos de evolución o desarrollo de crecimiento y socialización. Niños preadolescentes y adolescentes que ven interrumpido su contacto y sus búsquedas hacia  sus pares. Relaciones que no ocurren, contactos físicos, vinculaciones afectivas que no suceden, procesos que se interrumpen o suceden de otras formas. El tiempo en el cual la escuela como lugar en donde el deseo de los jóvenes se pone de manifiesto no está presente de la misma manera.

¿Cuándo se regrese a las aulas, de la manera que sea posible, qué tiempos se priorizarán?
¿La escuela intentará recuperar el tiempo que cree perdido?

¿Se presionará a los alumnos en una carrera alocada por llegar a cumplir con los planes de estudio?

¿Ocupará parte de su tiempo para  ver qué cosas hemos aprendido de esta situación?
Puede ser una gran oportunidad, pero también podría ser una oportunidad pérdida.




Los cuerpos





Cuerpos vulnerables ante la amenaza de enfermedad, cuerpos cuidados, aislados, encerrados. Compartiendo lugares con otros cuerpos que son los mismos desde hace casi tres meses. Con poca o nada de intimidad desde la cuarentena, en el mejor de los casos, y en otros siguen sin tenerla pero agravado con la imposibilidad de explayarse en otros espacios distintos a los espacios familiares, una plaza, una calle, un baldío. Cuerpos que transgreden por necesidad pero que sienten al afuera como un riesgo inevitable.
Niños pequeños que han salido al mundo a través de la escuela ven recluidos sus pasos, limitando la posibilidad de ver las cosas a través de los otros: del compañero, de los nuevos amigos fuera del ámbito familiar, de su maestra, del auxiliar saludando a la entrada. El otro ese distinto a partir de donde afirmar la propia identidad no está en el patio de la escuela para rozarse con ellos, para empujarse, tocarse y chocar en la puerta de entrada.

Qué pasa con este proceso de nuestros alumnos que por su edad necesitan estar solos, reconocerse, auto reconocerse, auto explorarse en procesos introspectivo propios y distintos en cada periodo etario.
Qué pasa con esos cuerpos expuestos por una cámara web en su propia casa, en su propia intimidad; con adolescentes avergonzados de que sean vistos en un contexto que no estaba en los contratos sociales. Hay algo del contrato roto, los jóvenes por convención se preparaban con sus ropas y sus estilos propios para estar y ser vistos en otro lado, no en sus casas.. Para mirar y ser mirados como parte de las necesidades de una etapa hoy interrumpida , modificada y comprimida a través una cámara web.


La vista y el oído


 ¿Qué insumos nuevos nos traerá la pandemia para trabajar la E.S.I. en el aula con nuestros jóvenes que no preguntan por vergüenza en el chat o se maquillan y se visten como para una salida al hacer una videoconferencia?

¿Qué temores nuevos aflorarán en nuestros niños y jóvenes (y en nosotros mismos) con lo que ven/vemos?. Esas vistas cansadas por el brillo de tantas pantallas que cuentan los muertos de todo el mundo en imágenes que se repiten miles de veces. ¿Qué se estará gestando en nuestras subjetividades de tanto estar mirando lo mismo? (imágenes, personas, lugares)¿Qué se estará gestando de tanto no ver cosas?.

Esos oídos que escuchan todo el tiempo las mismas voces, los mismos discursos familiares como  frases endogámicas que no pueden completarse con los otros que hasta ayer eran solo los otros y hoy son parte esencial de la vida de todos. Oídos que escuchan aplausos a  médicos, algún cacerolazo, los discursos que estigmatizan a un posible contagiado de COVD19. Palabras que vienen de ese mundo que de pronto se ha vuelto una amenaza y que más de un padre o una madre tiene que ir hacia el para buscar el sustento. 

Por supuesto que, cuando se pueda, tendremos que salir a buscar a todos aquellos a  los cuales no se pudo poner el cuerpo para darles una mano de la manera que hubiésemos querido. Ellos no pueden esperar y deberán ser prioridad, lo sabemos. Pero tal vez desde la Psicología Comunitaria tengamos  también poner la mirada, la escucha y el cuerpo a las situaciones nuevas que podrían presentarse en ese futuro por ahora tan incierto.

Preguntas sueltas para ver qué se hace con ellas....

 ¿Cómo imaginamos a la escuela cuando regresemos a las aulas?

¿Qué cosas podrán ser iguales y qué cosas no?

¿Qué cosas deberían haber cambiado más allá 

de la pandemia?

¿Qué cosas podemos valorar ahora, que la escuela está 

cerrada, que no nos dábamos cuenta antes?

Si tuvieras que elegir entre la escuela como

era antes y la escuela conectada por wifi 

¿cuál elegís? ¿Por qué?

¿Qué cosas te gustaban de la escuela y que cosas no te gustaban?

¿Qué cosas extrañás?





R.H.








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