sábado

Otra vez...


"Argentina es un país condenado al éxito" dijo Eduardo Duhalde en su asunción allá por el 2002 a un país que ya creìa mas en la condena que el éxito. Y en un párrafo convirtió algo que debía ser bueno en un castigo al que nunca pudimos llegar, nunca quisimos o elegimos mal el camino. Algo para lo que se ha nacido y no se puede ser. Como un destino que no se puede asumir, como un ropaje del éxito en que no nos da la talla y es entonces que el presente se vuelve una pesadilla llena de fantasmas.

Alguno de esos fantasmas, de producción local, parecían rondar la mañana del sábado en el estadio de Moscù. Ese muchachito venido en hombre de barba que està casi en la cima de su carrera, piensa en el escalón que le falta, toma la pelota y la acomoda. Està frente a millones de miradas: desde las tribunas y los miles de dispositivos audiovisuales que la modernidad pone para mirar desde cualquier parte del mundo en el mismo instante. Se le ve caer el sudor de su rostro y eso ya lo hace un poco màs vulnerable frente a la imagen de Ronaldo en el día anterior: el portugués respiraba hondo varias veces ejercitando el control sobre su cuerpo y portando la temple que se necesita en esos segundos trascendentales.

El muchacho de barba, cada vez menos pulga, escucha el silbato del arbitro y patea suave, anunciado y sin convicción. El arquero hace su trabajo y ataja sin heroísmo pero con la practicidad que hacìa falta.

Las encuestas instantáneas todavía no existen como para saber cuántos de nosotros creìamos que iba a errar el penal. Cuántos de nosotros sigue esperando que Messi sea lo que tal vez no puede ser. O siendo màs benévolo... cuántos todavía esperamos que sea lo que ya es. pero con los nuestros y en nuestros partidos para que él pueda ser definitivamente nuestro en esta argentinidad exigente e injusta.

Esa que es como una hinchada irracional que ya le ha perdonado no ser un Dìos o un héroe que aparece en los peores momentos para salvarnos. Pero que le exige que si es tan solo "el mejor de los mortales"...¡Que lo demuestre con nuestros colores!!!. al lado de nuestros mediocres que es lo mejor del barrio que hemos conseguido para acompañarlo a él y no a otro. 

Esa misma hinchada es la dice que no le importa las glorias en el club millonario de Europa si no es capaz de hacer un gol en el potrero de nuestro barrio. Así es: inflexible y cruel como un tribunal de Faltas. Asì anda ese argentino medio cargando una corona que le queda grande al pibe de barba.

En tanto él, que le diò éxitos a otros, no sabe qué hacer para darle algo a esta tierra que le diò poco pero exige mucho.

"No seràs profeta en tu propia tierra" (o algo parecido) señala la Biblia y él se lo tomò tan a pecho que no puede dar ese paso para terminar de ser un argentino con todas las letras. "Cuando mas quieren que lo haga menos puedo hacerlo"... y la cosa va para diván. Qué es, quién es, de dónde es un pibe que vivió desde niño en otro país y es allí donde logra ser lo que es. Porque se convirtió en Messi allá no acá. Dato que de por si no es bueno ni malo pero quizás marca el conflicto de identidad central en esta historia.


Con las manos en las rodillas y con la cabeza gacha escupe el piso con resignaciòn. Acaba de terminar el partido y la historia de hoy entra en el terreno de lo inmodificable.


Me quedo con mi desazón mirando el televisor mientras Messi recibe los saludos y consuelo de todos los jugadores. En ese momento, y como si fuera otra paradoja, me parece màs argentino que nunca. Parado mirando como se repite su propia historia una y otra vez...¿Qué hice para merecer esto? parece decir.

Cometer los mismos errores, tropezar con la misma piedra, elegir mal el camino. ¿Por qué otra vez? 


Tal vez la historia personal de Messi se resuelva cuando él se decida a ser el quiera ser sin pensar en lo que se espera de el. Quizás el día del padre es un buen momento para decidir su relación con la madre patria; cuándo dejarse abrazar y cuándo liberarse.

En cuanto a la historia de los argentinos que ven repetir su historia como tragedia la cosa no parece ser tan sencilla en estos tiempos Neoliberales. La cosa depende de muchas voluntades y lo colectivo tiene otros tiempos. Por suerte existe el fútbol y uno puede hablar y escribir un rato de lo que los otros deberían hacer y no pueden en vez de mirar  a su alrededor. Por suerte los televisores tienen botones para apagarlos: noventa minutos es demasiado para la salud de cualquiera. Por suerte la vida sigue siendo bella y sorpresiva, a pesar del Capitalismo y de  nosotros mismos, y quizás mañana sin tanto preludio podamos acertar ese penal que venimos errando hace tanto tiempo.


R.H.


No hay comentarios: