lunes

Sobre platones y otras yerbas






Fin de semana largo. Villa Gesell: casi siempre que puedo. Camino a la playa aprovechando un par de horas de sol antes de la tormenta anunciada. Esposa, dos hijos, un perro y siempre con preguntas en la cabeza. Algunos dicen que el mar tiene una energía especial. No sé a mí se me da por lo existencial frente al agua y con el mate en la mano. Traje La República en una bolsa por si me agarra ganas después de jugar a la paleta. Estoy atrasado con la lectura y todavía no resuelvo si tengo que estar preocupado o no. Quizás porque tampoco encuentro con claridad la respuesta a quien me pregunta por qué estudio filosofía.

Tengo un par de muletillas para salir del paso y seguir conversando sin parecer un tipo complicado pero son solo esos lugares comunes del lenguaje que me permiten transitar sin llamar demasiado la atención. Y tal vez ese sea mi primer error… y las razones que me unen a los demás sean más semejantes que las que yo pienso.

Preguntarme ¿qué sentido tiene la vida si existe la muerte? Me había parecido siempre una pregunta de tipo depresivo que se queda sin amigos demasiado rápido. Hoy a mis cuarenta largos, sin religión y sin convicción para ningún viraje místico transito por un par de aulas encontrando preguntas nuevas y conceptos que son como las migajas de un pan que va marcando un camino incierto.

No tengo en claro el Plan de estudio y mi mayor planificación es ver cómo me organizo todas las semanas para cursar dos materias. No tengo más expectativas que pretender que cuando las canas hayan terminado de cubrir mi cabeza mi mente siga más o menos con el mecanismo aceitado.

Soy especialista en meterme en donde no me llaman y darle para hablar a esa tía, que casi todos tenemos, que al enterarse de nuestros pasos pregunta… ¿con qué necesidad?

Como muchos, supongo, elegí ver de más aunque ese ver de más implique ver lo que no deseamos ver: ver el espanto, lo horroroso y lo siniestro de la vida. Y para ser sinceros me parece que esto no es precisamente un pensamiento para compartir con los amigos del fulbito de los sábados ni tampoco para la mesa familiar.

Pero bueno… a pesar de esto ahí estoy… cursando mi segunda carrera universitaria sin que ello sea necesariamente una virtud. Elegí el perfil bajo entre otras cosas porque ese límite entre saber si lo que necesito es más una buena terapeuta o estudiar filosofía todavía no lo tengo muy claro. Además debo reconocer que nunca fui un tipo de mente ágil, que sumado a los años fuera de un aula hacen que cuando llego a un razonamiento decoroso los demás llegaron a diez y mejor expresado. No es complejo ni mucho menos sino más bien una cuestión de ritmo. Ya me pondré a tono seguro.

No me pongo el traje de la experiencia ni de la sabiduría de los años porque al contrario siento que algo de la juventud como búsqueda nos une a todos. Aunque también es cierto que tener una profesión, recibirse y trabajar de esto o cosas por el estilo ya no están en la lista de los objetivos (o por lo menos no en los primeros lugares).

Solía ser un estudiante más o menos comprometido con el estudio y la palabra. Un morocho de los suburbios que había nacido para ser albañil tratando de escribir otro destino. Hablaba para debatir, para militar, para sumar amigos de vinos (y juntarnos en lo de “Tito”, una parrilla por la zona de San Miguel), hablaba también para intentar seducir alguna mirada femenina que pudiera ver alguien más o menos interesante debajo de esta cara. Me pasaba lo que le pasa a muchos que a parte de eso que llaman "vocación" le va sumando condimentos para transitar la vida y la carrera con un poco más de entusiasmo.


Pero hoy la cabeza me pasa por otro lado. Y eso no es mejor ni peor: solo distinto. No sé si me dará para promocionar las materias pero me estoy llevando ideas e interrogantes por demás interesantes. No seré un hombre espiritual pero quizás salga de acá más preparado para vivir a la intemperie. Vengo a buscar ideas que me ayuden a transitar con un poco más de claridad este camino al que llamamos vida.

Una compañera me preguntó en los primeros días, sin mucho preámbulo,  si fumaba porro y me quedé con las ganas de contestarle que “menos de los que debería”. Cosas que a uno le quedan resonando. Me pasa que siempre me pregunto qué lugar tiene el placer en mi vida y si me apuran un poco preguntando de vuelta por qué estudio filosofía capaz que contesto “por gusto no más”.

Me gustan los profesores que se apasionan con lo que enseñan aunque enseñen el núcleo del sujeto y también los alumnos que reclaman sus derechos…..

Siempre que estoy enfrente del mar con un mate me pasa lo mismo. Me da por pensar cosas y vuelo sin darme cuenta. Ahora tengo a mi hija mirando “La República”, que todavía no abrí, y me pregunta:

¿Qué dice acá? Y señala con el dedo.

Mi hijo más grande responde

¡Platón!!! ¡Es sobre un plato grande!!! Y se ríe por su chiste.

¿En serio es un libro sobre comidas papá? Pregunta la pequeña con asombro.

Estuve tentado en darle una innecesaria explicación sobre el autor y su obra pero solo le contesté:

Si, si algo así, hija. Algo así…

R.H.

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