El dilema de sentirse opositor sin caer al la indignación como estilo de vida.
Leer los diarios adeptos al discurso dominante nunca fue una tarea grata, incluso para los que por razones de trabajo u otras razones deben hacerlo; pero en lo que va de esta nueva etapa Neoliberal leer los pocos diarios que tienen un discurso distinto al dominante tampoco lo es. Porque, entre otras cosas, el régimen conservador que vuelve a gobernar el país arrasa con todo y con todos en tiempo récord. Además de ver a través de esos mismos medios a los que desde la tribuna solemos llamar "traidores", que no son más que una lista interminable de políticos que "trabajan de políticos": vivieron, viven y vivirán como cualquier gerente de sucursal que se adapta al nuevo Directorio de su empresa.
Eso más la actitud de muchos que votaron a Macri que no se arrepienten un milímetro aunque estén peor, porque sienten que se sacaron de la cabeza un proyecto que les exigía tomar posición de la realidad todo el tiempo, pensar en el otro, militancia, compromiso, entre otras cosas. Ahora están tranquilos sintiendo que la política de nuevo vuelve a ser "tema de otros".
A este combo habría que agregarle a muchos compañeros de la izquierda, del progresismo(del campo popular en general) que siguen incapaces de ver logros en la etapa anterior y eligen seguir mirando la realidad con los ojos de los sectores dominantes: siguen hablando solo de la Barrick Gold y del niño Qom muerto.

Y como si fuera poco el acceso a la información se fue convirtiendo en una búsqueda de agujas en un pajar inmenso. Entonces como en un camino sacado del manual del masoquista prendemos la radio y escuchamos a Victor Hugo. Ya su cortina musical de presentación nos introduce en un clima "dramático"(que lo es, no digo que no). Su indignación declarada, su bronca y su sublevación sobre cada noticia nos atrapa y nos liga a una mirada tan real como cruel y decepcionante. Su solemnidad calcada de nuestra propia historia con esa izquierda, decepcionada porque el mundo es una mierda, propone una versión del desánimo progre. Entonces por momentos parecemos los "nuevos indignados", esperando a los otros indignados que "siempre" estuvieron indignados y no tardarán en llegar. A ellos el Kirchnerismo los ha decepcionado y ahora el Macrismo también. TODOS SON IGUALES! dicen ellos y nosotros sabemos que nuestra decepción y tristeza es distinta a la de ellos ("nosotros no somos iguales" dirá Eduardo Aliberti), pero corremos el riesgo de estar junto a ellos y ser funcionales. Porque la tristeza es siempre funcional al Capitalismo. Incluso cuando la tristeza contiene esa alegría vacía de los dominados que adoptan la alegría del dominador. Por eso hay que salir de eso.

se parece tanto al "este país de mierda" de Lanata...y tal vez ahí nos empezamos a parecer.
En el plano político nadie tiene certezas de si se podrá o no "VOLVER" o si se podrá construir una alternativa capaz de disputar el poder...pero en el día a día la batalla por sentido común sigue y la construcción de las subjetividades nos exige salir de la decepción (a pesar de tener razones válidas)porque en ese lugar nos quieren ellos: TODOS DECEPCIONADOS.
Tenemos el desafío enorme e histórico de construir alegría y esperanza con las cuales seguir viviendo en este Capitalismo cada ves más insolidario. Tarea no menor.
R.H.
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