miércoles

ATADO A UN ÁRBOL


 



   Cuando leí a Carl Jung sentí que esas lecturas venían a decirme algo, sobre una seguidilla de pequeños sucesos, que si no fuera por estar atravesando el dolor de una ausencia quizás formaría parte de lo que solemos llamar casualidades. La pregunta necesaria que aparece no es ¿por qué suceden? sino ¿por qué suceden todos en este tiempo tan especial?. Un picaflor a cinco centímetros de mí cara mirándome a los ojos, una cámara de vigilancia hogareña que apuntaba al cuarto de mi hijo cayendo justo la noche de su muerte: un potrillo al amanecer en una calle desierta queriendo casi hablar conmigo, una piedra en forma de corazón que se raja a días de la tragedia y otras cosas más. Demasiadas para pasarlas por alto y tan poco para una mente racional y sin fe como la mía. Quizas por eso me resuenan más convincentes, aunque duras, las palabras de Jacques Derrida  despidiendo a una amigo. Determinante, en un adios definitivo.

   Después llegué a Spinoza como llegan los que se hacen preguntas sobre el origen y el final de las cosas. A veces parece llamarle Dios, un todo del que venimos y al que volvemos. Por momentos es complejo para explicar pero más creíble. No sé. Hoy sin embargo estoy sentado en el sillón de mi casa mirando una pantalla y siento que soy José Arcadio Buen Día. Veo Netflix que es como un señor macanudo que administra emociones en un tiempo en que no podemos vivir sin que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. Mi generación estuvo marcada por la lectura de Cien años de soledad, por la necesidad de construir nuestro propio Macondo para vivir un destino propio. Pero también por la necesidad de saber, de investigar el por qué de las cosas; conocer el funcionamiento del mundo y el sentido de nuestra existencia. José Arcadio andaba en algo de esto mezclando sustancias, haciendo cálculos, midiendo coordenadas, intentando revivir a su amigo Melquiades y llegando a conclusiones contundentes, irrebatibles demasiado para el común de la gente que quiere vivir en la cordura. La verdad del que pudo ver más allá de lo conveniente, al limite de lo que se puede aceptar, muy al borde de ese abismo al que no hay que mirar demasiado porque de tanto mirar nos caemos. ¿Es conveniente saber toda la verdad?¿Es necesario saber del sinsentido de la vida? ¿Es mejor creer en algo para seguir viviendo?

   La escena muestra a un hombre horrorizado por su descubrimiento. Su futuro yerno le  muestra una cajita de música intentando calmar su locura naciente. Era jueves pero él sostenía que era lunes.

  - ¡La máquina del tiempo se averió! ¡El tiempo se detuvo! ¡comenzó la eternidad!-  sentenció José Arcadio como un presagio, con la convicción de los que portan una revelación y con la furia que nace de la impotencia pura. Entonces golpeó todo lo que encuentr:, paredes, muebles, personas. Su hijo y sus vecinos intentaron calmarlo y cayeron golpeados por la fuerza de la rabia misma de un hombre que le pareció mejor volverse loco que aceptar su descubrimiento.

 ¡Los hombres nacieron para morir y ser materia orgánica!

 Lo tiran al piso lo reducen, llora como un niño repitiendo lo mismo. Lo atan a un árbol que hay en medio del jardin y es allí donde esperará la vuelta de Ursula dentro unos días.

  Cuando Úrsula lo ve derrotado en su locura o quizás abrumado por el exceso de verdad, lo acaricia y Jose Arcadio le sonrie.

- ¡Los hombres nacieron para morir! ¡para ser materia orgánica! ¡para ser recuerdo y olvido en la memoria!

 Ella no lo contradice, respira hondo, lo mira como una madre mira a un niño que pierde la inocencia, que supo lo que no había que saber. Lo vuelve a acariciar y se aleja. Tal vez no tiene argumento para entablar una conversación o simplemente sabe que el conocimiento no es siempre necesario para vivir. Que la sabiduría a veces se puede parecer al infierno. Que es un lugar desde donde es difícil volver. El cielo llora con una lluvia tropical que resulta ser un exceso de belleza natural, Las gotas acarician las hojas de las plantas y se confunden con las lágrimas del rostro de Úrsula que se aleja de Jose Arcadio con la decisión de seguir viviendo a pesar de todo.

  El señor Netflix me dirige a el otro capítulo, sin que se lo pida, y me rebelo aunque sea en eso. Ya era de noche, estaba solo y emocionado mirando una pantalla como un buen representante de estos tiempos. Apagué la tele, por ese día ya era suficiente. Tomé las gotitas que me dio el homeópata y me dispuse a acostarme pensando en esta última escena sin decidirme con qué personaje debería sentirme más identificado.


Ricardo Hernández

 

 


 

 

 

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy tu amigo que muy loco escucha :no sigas hay un precipicio y yo sigo ,sigo caminando por el aire

Juando dijo...

Juando el loco

Anónimo dijo...

En la vida surgen casualidades y causalidades. Estamos en esta vida para aprender y cada uno tiene una misión. En las cosas simples podras encontrar algunas respuestas, será cuestión de tiempo, pero no hay que desesperar.