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1 - Me
bajo el barbijo sabiendo que tengo la máscara puesta para que los chicos me
puedan ver la cara a través del plástico transparente. Es mi segundo día
colaborando para poder sostener una presencialidad en una escuela cuyos
maestros no alcanzan para todas las burbujas que se armaron. Hay maestros sin
nombrar en sus cargos, pero las directivas de dar clases están igual. Hay
diez alumnos en un aula ventilada, todos tiene barbijos y de a poco nos vamos
reconociendo en un tiempo raro. La escuela está como nueva después de una obra larga
que termino justo cuando empezó la pandemia. Los pisos brillan por la limpieza
constante y hay un clima de que todo se puede controlar
Conversamos
con los pequeños sobre la palabra "extraño" y "extrañar" para hablar de estos
tiempos. La idea es llegar al tema de los juegos para construir juegos nuevos
en el recreo que nos permitan tomar menos riesgos. Parece maratónica la tarea,
pero los chicos tienen imaginación y hacen propuestas. Hacen una lista en un cuaderno verde. Una pequeña se levanta corriendo de su asiento, me toma de la
mano y me lleva a su lugar; me pide con una sonrisa que la ayude a escribir la palabra
“escondidas”. Me suelta la mano, yo miro la palma y muevo los dedos para ver si
sigue respondiendo. Disimulo frente a la pequeña y me doy cuenta que la cosa no
será tan fácil como pensaba.
2- Un niño con muchas problemáticas familiares se ha presentado a la escuela luego de varios días de ausencias sin el barbijo. Su presencia genera una alegría a medias y es entonces cuando la auxiliar pega un grito avisando a la directora lo del barbijo. Quien a lo lejos y desbordada por la ausencia del resto del equipo directivo, pega otro grito ¡enseguida le llevo uno!, Al niño le toman la temperatura, el termómetro marca 30 grados, se repite la operatoria y esta vez marca 32º, le pone alcohol en las manos y lo deja pasar. El niño recorre todo el patio frente a sus compañeros y después de unos minutos se le entrega el barbijo.
3 - Un profesor asintomático ingresa a la escuela después de que le tomaran la temperatura y le rociaran las manos con alcohol. Da clases en las cuatro burbujas y se retira para ir a otra escuela donde lo esperan una cantidad de burbujas similar.
4 - A las 15:30 hs dos madres que conversaban sin distancia social se colocan recién el barbijo cuando se dan cuenta que abrirán las puertas de la escuela desde donde saldrán sus hijos. El grupo de familias presentes comienzan a amontonarse mientras una docente les pide a los gritos que tomen las distancias recomendadas. No logro ver las microgotas que traspasan el barbijo que se baja constantemente con el movimiento de la boca en una docente que tiene sus manos ocupados con los listados de niños y las llaves.
5 - Una mañana como la persona a cargo del termómetro estaba ocupada haciendo algo que le surgió de emergencia, como suele suceder todo el tiempo en una escuela; otra persona me abre la puerta y me dice que después me tomaran la temperatura. Dudo un momento y como no sentía síntomas decido pasar igual.
6 - Una docente para no permitir que un niño, diagnosticado con un grado de autismo, se lastimara en su carrera por el patio decide abrazarlo y llevarlo a su aula. El niño responde de forma parcial, antes las palabras siempre afectivas de su maestra, y se va tranquilizando. Los dos se miran, se redescubren con la cara descubierta y se dan cuenta que en la fricción se han quedado sin barbijo.
7 - Las familias que se reencuentran a la entrada y a la salida de la escuela han
tomado el hábito de juntarse en la plaza que está a la vuelta de la misma.
Toman mate, jugos y galletitas en una merienda comunitaria que sería para
felicitar en otro contexto. El detalle es que lo hacen en plena pandemia y que
la mitad de ellos no les parece necesario usar barbijo ni mantenerla distancia.
8 - Una maestra se baja el barbijo después que los niños se van de la escuela, dice que su médico le dijo que con el barbijo respira solo dióxido de carbono. Luego de hacer ademanes para recuperar el oxígeno que según ella está perdiendo deja su nariz libre mientras conversa con sus compañeros hasta que llega otro grupo de niños y se lo coloca de manera correcta. Nadie se atreve a decirle nada por no comenzar una discusión ya que saben que se enoja si alguien le realiza algún comentario.
9 - Analía tiene que viajar en colectivo para ir a la escuela con su hija. Lo que antes era una ventaja ya que las deja casi en la puerta ahora es un problema. Se tuvo que organizar para hacer otro horario en su trabajo ya que antes su nena iba con unas vecinas, pero con esto de los contagios esa forma no le da seguridad. En la parada se pregunta si el chofer que le tocará hoy tendrá puesto el barbijo; el otro día tuvo que discutir con uno por ese tema además de saber que siempre viene lleno y no hay distancia posible. Después de unos minutos de espera el colectivo verde llega y ve al chofer con barbijo. Tuvo suerte, aunque el colectivo esta repleto. Mientras apoya la SUBE Analía piensa que será mejor conseguir una bicicleta.
10 - Tres niños después de no verse en persona por la pandemia se reencuentran en la
escuela como muchos otros en la Provincia de Buenos Aires. A la salida del
recreo y después de haber pasado una semana de la reapertura se abrazan y
juegan a los caballitos uno arriba del otro. Han tomado la precaución de hacer detrás
de un árbol justo en un recoveco del patio para no ser vistos. Una maestra que los
descubre, a los lejos, le dice a otra que ha percibido la situación y… ¿qué les
voy a decir? ¡Es imposible no tocarse!
Poner límites el desafío de estos tiempos
A
esta altura de este abril tan extraño todavía no se devela el misterio y no se sabe
por qué un gobierno que se declama progresista mantiene el dictado de clases de
forma presencial diferenciándose hasta de los gobiernos de derecha de la
región. Sus argumentos públicos más firmes muestran porcentajes bajos de
contagio, con la picardía de mostrar los datos nacionales y no los
discriminados por zonas en especial las que más se vieron afectadas por el
virus. Emitidas desde un ministerio del cual la propia viceministra renunciante
pone reparos públicos sobre la importancia que tiene la presencialidad de esta
forma. Con el viento a favor de que no hay información que no corra el riesgo
de ser cuestionada o modificada a la luz de los hechos. Algunas cosas se
aprenden al andar y otras siguen sin convencer ni a los propios.
Para
algunos hay que leer las últimas medidas en un contexto de razones económicas que
rigen estos caminos. En este sentido el gobierno no estaría de en condiciones
de generar los recursos, en corto plazo, de la ayuda social necesaria en un
contexto de aislamiento social, ni podría darse el lujo de frenar los modos de
supervivencia de amplios sectores que verían en problema su propia
supervivencia. Valido en cierto sentido. Lo que no termina de entenderse es si
el tema escolar se convirtió en el caballito de batalla, el ultimo bastión que no
debe perderse en una puja estúpida con el gobierno de la ciudad o es
simplemente un capricho de un ministro que nunca estuvo a la altura de las
circunstancias.
Otros
en cambio sin ser necios y sabiendo que somos un país del tercer mundo que
siempre anda contando las moneditas para llegar a fin de mes. También interpretamos
que son tiempos de democracia débil que parece no poder imponer reglas con
contundencia ni para obligar a los multimillonarios un aporte que les
representa migajas, ni para evitar que una conductora de tv diga lo que quiera,
ni para encuadrar a una sociedad para que se cuide a sí misma. Atrapada en el
nuevo paradigma del pueblo soberano al que no hay que hacer enojar porque si se
pone en contra y viene por todos nosotros. Con el estigma del discurso de los
medios dominantes que lo señalan como carente de autoridad moral, como si ellos
la tuvieran. El Estado anda, como fiel representante nuestro, como un padre de
estos tiempos que no puede poner límites porque tiene miedo de ser autoritario y
le da palmaditas en la cola a sus hijos para que se porten bien. ¡Como le vamos a imponer algo! ¡Hay que
preguntarles si quieren! Postulados que nos trituran las mentes a la generación
en la que más de uno ligó un sopapo por contestar a un adulto. Después hicimos
los que pudimos con lo que quedó de nosotros y hay que reconocer que nunca
supimos muy bien cómo es construir una autoridad democrática; encima de repente
no sabemos qué hacer cuando un grupo de mocosos malcriados hacen una fiesta
clandestina poniendo en riesgo a toda la sociedad. En esa impotencia generacional
anduvieron también las instituciones de esta democracia que vio, como sus
instituciones se fueron desacreditando y perdiendo poder frente a los
monopolios y las trasnacionales; mientras gran parte de la sociedad quedaba en
un estado de adolescencia suspendida o permanente. Inmaduros de 30, 40, 50, 60 (y
más años) reaccionando como si les mojaran la oreja cuando sienten que algo es
una orden. ¡A mí nadie me va a decir que es lo que tengo que hacer! ¡Yo tengo
derecho a hacer lo que se me dé la gana!...Pibes que envejecieron siendo
adolescentes, gente grande todavía desafiando a papá, eternos transgresores de
las leyes solo para hacer enojar a la autoridad, libertarios que aprendieron a
serlo escuchando a Baby Etchecopar y mirando videos en Youtube. Con gobiernos
democráticos que no se animan a decirles que los medios y las redes les
llenaron la cabeza de boludeces para no parecer arcaicos como muchos de
nuestros viejos que nos decían que nos hacíamos rebeldes por la “mala junta”.
Y
ahí andamos transitando estos tiempos tan extraños… Dicen que los pueblos
tienen los gobiernos que se merecen y quizás esta no sea una excepción. En muchos
aspectos con la dirección que queríamos, pero a una velocidad siempre por
debajo de la recomendada. Algunos sostienen que se trata de la correlación de
fuerzas y en parte puede ser cierto, pero hay días que uno siente que andamos
de puntitas de pie para que no se den cuenta que estamos. El ministerio de la
corrección política anda haciendo apología del consenso para esconder que
tienen miedo de hacer enojar al soberano y toda su maquinaria de la mentira;
mientras Leuco dijo otra vez lo de la falta de autoridad moral cuando el
principal invitado a su programa era Trotta.
¿Se
implementarán las restricciones necesarias antes que colapse el sistema de
salud? ¿O se esperará a que la sociedad pida por favor lo que ayer no estaba
dispuesta a soportar?
¿Quién
será el primero del gobierno en decir que la escuela en este momento no puede
ser presencial sin mirar de reojo las encuestas?
Las
voces de cuestionamiento se suman con el transcurso de las horas y del aumento
en la cantidad. La cordura en las opiniones parece ir ganado terreno en el
territorio de los razonamientos políticos y el día a día parece un nudo que se
va desatando de a poco. Quizás porque lo que está en disputa todo el tiempo
tiene mayor profundidad de la que declama. Son las lógicas del capitalismo (ese
que hace un año algunos daban por muerto con la pandemia) las que se imponen
ganando batallas aun en un gobierno popular. Nos impusieron, por ejemplo, en lo
que respecta a la escuela, la idea de “lo inevitable”. Uno de los triunfos más
importantes fue haber instalado en la sociedad en general y del progresismo en
particular la idea de que hay cosas que no se pueden evitar ¡No puede no
empezar las clases! ¡Hay que abrir! decían ellos y lo terminamos diciendo
nosotros. ¡Estamos hartos! También decían y nos convencieron de que teníamos
que estar hartos nosotros también. Debo
avisar que, mal que me pese, el mito del amo y del esclavo sigue vigente y
resignificándose todo el tiempo. De repente los que hacíamos el aguante al confinamiento
como una medida básica para el cuidado colectivo empezamos a poner por encima
de eso nuestro cansancio, nuestras angustias, nuestro malestar por el encierro.
No sé cuándo pasó, pero un día otra vez fuimos como ellos y ellos fueron como
nosotros. Estuvimos todos cansados, tristes, hartos; nuestros niños no aguantaban
más, necesitaban salir ver a sus amigos a pesar de cualquier pandemia. El
capitalismo enroscaba su cola nuevamente y nos amalgamábamos en una sola causa
convirtiendo a la escuela en esa maquinaria que no puede parar nunca, que debe
continuar, que debe tener continuidad pedagógica. Devenida en una presencialidad
con rémoras del Higienismo de principios de siglo que colocaba a la escuela
como lugar de limpieza frente a un exterior sucio y contaminado. Sintiéndose
por fuera de la comunidad que no puede o no quiere estar limpia como ella.
Una
escuela cuyo representante máximo sale a bancar lo inexplicable con porcentajes
que denota desde donde se habla en estos días. Detrás de las cifras, de los
porcentajes hay personas y habrá que repetirlo como un mantra aunque parezca
obvio porque uno en su casa, de a poco, naturaliza y los empieza a leer como el
pronóstico del tiempo. Como un producto más de este capitalismo deshumanizante
que comienza arrasando con el sentido común culmina arrasando nuestras vidas. Datos
que tiene rostros e historia detrás y que, si pudiéramos percibir que pueden en
cualquier momento ser nuestros padres, nuestros hijos o nosotros mismos estaríamos
hablando de otro grado de conciencia. Quizás habrá que poder ver esos costados
oscuros que tienen también los proyectos populares, perdón si ofendo a alguien,
en donde se les nota mucho los rasgos capitalistas. No será el capitalismo
salvaje sino el mejor que pudimos conseguir(y esto no es una ironía), pero sigue siendo Capitalismo; y no se necesita recurrir al Materialismo Dialectico para señalarlo. Quizás ese sea nuestro limite y no
nuestro logro. En esa confusión tal vez está la clave de estos días en que no
podemos limitar a los que atentan a la salud de todos.
Ricardo
Hernández
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