martes

¡Córranse! ¡salgan del camino! ¡dejen caminar! ¡dejen transitar! ¡abran paso!:


Nuevas formas de entender la ciudadanía en los tiempos neoliberales.


Un intendente de una localidad de Zona norte decide sumar otra plaza a la lista de plazas que poseen bolsitas para recoger excrementos de perros y liberar así el camino de los transeúntes. La medida tiene mucha aceptación entre los vecinos ya que forma parte de los reclamos que el barrio venía haciendo desde hace tiempo.

Otros vecinos de una localidad cercana festejan la construcción de una bicisenda más ya que por ella podrán transitar los ciclistas con mayor facilidad.







Un señor que camina por una vereda de Buenos Aires considera que debe advertir a otro señor que está estacionando su auto "muy cerca" de la rampa para discapacitados. Detiene su caminata y le hace señas enérgicas con sus manos. El automovilista se sorprende y acata la sugerencia acomodando mejor su auto. El señor levanta su pulgar y sigue su camino con el deber cumplido.



Un auto está estacionado de trompa frente a un garaje. Entre el auto y el garaje hay un espacio para que pueda pasar una persona. A un joven que va pasando por el lugar no le parece suficiente espacio para que pase un carrito de bebe; y decide tocar el timbre de la casa y plantearle la situación a su dueño. Sale una persona y se asombra por el planteo pero no encuentra argumento para contradecirlo y decide correr unos centímetros el auto. El joven se retira satisfecho.



En una discusión sobre la gestión del gobierno actual dos personas tiene una mirada muy crítica sobre la situación del país. Uno de los dos termina la conversación diciendo “ Bueno, pero… ¿viste como dejaron la ruta? ¡Parece una pista!. Su interlocutor asiente con su cabeza.


En la intersección de dos avenidas construidas a nuevo dos personas reflexionan mientras esperan el colectivo. ¡Que buena idea tuvieron construyendo rotondas en vez de poner semáforos! ¡Ahora nadie te obliga a parar!







En una manifestación de varios movimientos sociales realizan en Buenos Aires un señor que esta enfurecido al ver interrumpido su paso, se enfurece un poco más para que el periodista y un camarógrafo se acerquen a pedir su testimonio. Logra su objetivo “ esta gente cree que es dueña de la calle, yo tengo derecho a transitar” y mientras despliega una serie de argumentos a favor de la represión de los manifestantes el canal que lo transmite en directo coloca el titulo catástrofe BUENOS AIRES OTRA VEZ UN CAOS!




Por la Av Centenario en San Isidro un grupo de personas deambulan buscando algún atajo para volver a sus casas. Mientras el mediodía soleado se hace sentir en una ciudad que parece  tomada, no pasan los colectivos ni se puede circular con auto por una treinta cuadras alrededor de la casa de te en la que se ha convertido la casona de Villa Ocampo. Una mujer le pregunta a uno de los policías que están apostados en las esquinas hasta dónde es el corte. El oficial después de contestarle le dice…hasta que las señoras terminen de tomar el té esta todo cortado! (En referencia a las esposas de los mandatarios del G20)

Sobre cuál es la relación de los individuos con el lugar en donde viven ya se ha escrito bastante. Me parece que la realidad que se vive excede ese tópico y va reflejando una idea de ciudadanía escueta, por no decir minúscula y totalmente despolitizada. Ya no solo estará circunscripta a la relación con la ciudad sino que estará alejado de los grandes reclamos por cómo se vive en relación a la obtención de derechos. Una relación con “lo ciudadano” ligado al uso de la misma solo como espacio físico. El modelo que se va construyendo estará más ligado a una microciudadanía que ya no reclama por mejor educación, mejor vivienda, más cultura, más trabajo entendiendo esto como indicadores del bienestar sino que reclamará por sacar todos los obstáculos que ve en el camino para poder transitar más rápido (incluidos las personas). Bolsas para la caca de sus perritos, una bicisenda, un semáforo, un manifestante un automovilista mal estacionado todos obstáculos en esta ciudad en la cual lejos de serle indiferente lo hacen más activo. Lo motivan para ejercer esa microciudadanía. No es cierto que estamos en momentos en donde no importa el otro, el otro  importa y sobre todo cuando se convierte en un obstáculo que hay que correr del camino. Un ciudadano que esta preocupado por pasar y llegar por esfuerzo propio que todavía no concibe que si no tiene a dónde ir ni con qué hacerlo su participación no tiene sentido. Un microciudadano que le exige no meterse en su camino, no ser obstáculo con impuestos que le coartan la libertad de enriquecerse sin limite más que la propia realidad de su estrato social. Un viejo militante comunista ortodoxo en mis tiempos de juventud alucinada por la idea de la revolución nos decía a sus discípulos "El Capitalismo es la libertad de morirse de hambre sin ningún problema”,

Un microciudadano que le exige a un Estado que le provea de herramientas para transitar esta ciudad sin obstáculos, ni cacas de perro ni negros de mierda cortando las calles. Es militante de las normas que ordenen ese paso y las ejercerá con mucho gusto y convicción haciendo revoluciones paupérrimas como desterrar lomas de burro agresivas para los autos, una rampa en un edificio, etc. etc.

 Un Estado a lo sumo que pueda apostar a que ese transitar sea saludable donde la salud se convierte en una herramienta más del discurso dominante. Ya no serán las políticas públicas sobre la salud las que brindaran una cuidad saludable sino sus plazas llenas de aparatos para hacer ejercicio. Eso si, si el microciudadano no se cuida por sí mismo es solo su responsabilidad.

En ese mismo sentido podríamos pensar a muchas de las “innovaciones” en el espacio público que así como no hay Estado que obstaculice tampoco hay semáforos que detengan la marcha sino rotondas en donde cada uno es responsable de frenar a tiempo si no quiere chocar. Una ciudad que va surgiendo en las cenizas de la otra ciudad en donde desaparecen las normas del Estado que detienen al que va transitando.

Un proyecto político-social y cultural que responde claramente a los sectores de más poder del país que se hizo carne en los que no encontraron lugar en aquellos proyectos que le exigieron ser un sujeto político, que anduvo en los márgenes de esos dos países que emergían paralelamente y que no pudimos ver a tiempo. Que se quedó anclado en el discurso de política corrupta fruto quizás también de aquel 2001 y del “que se vayan todos”. Ese que guardó su resentimiento para mejor momento, resentimiento de clase que defiende sus intereses en el mejor de los casos. Pero también el resentido fue aquel de las mesas familiares que no supimos interpelar y lo tratamos de “hueco”, “cabeza de termo” o “boludo útil”. Quizás ese ese que se pone el traje de microciudadano a luchar por sus revoluciones. Y prefiere vivir en una ciudad injusta pero con más plazas saludables, pistas para roller, guarderías de perros en las plazas y profesoras de zumba al aire libre.

Quizás es ese microciudadano que se sumó estos días a despejar la ciudad para dejarlos pasar a ellos que son los erigidos dueños del mundo. ¡Córranse que sus majestades vienen pasando!... y la plebe debe salirse del camino!. ¡No tienen que molestar!. Ya no hay mediaciones y el discurso del sistema se presenta cada vez mas descarnado.


¡Váyanse! dijo la ministra y más de uno acató el mensaje como buen alumno de estos tiempos. Y como una lógica que se autodeglute muchos de los que expulsan fueron expulsados de su ciudad. Se convirtieron ellos en obstáculos que hubo que sacar del camino. “Para mandar hay que saber obedecer” dice un viejo precepto castrense y podríamos decir de forma análoga que “para expulsar hay que saber ser expulsado”. Lo paradójico y perverso al mismo tiempo es que muchos ya han sido expulsados de un presente de bienestar y a muchos que volvieron al camino después que levantaron la alfombra roja de los poderosos llegara un momento en que no podrán volver a transitarlo y quizás ya sea demasiado tarde.


R.H.




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