Como algo que está afuera del
afuera. Así habíamos llegado ese día a las puertas del Teatro Martinelli con la
única consigna de ver a uno de los nuestros. Llegamos caminando en ese borde en
donde no se sabe muy bien lo que el sistema educativo está dispuesto a aceptar,
a sostener o a implementar. Éramos cuatro gatos locos entrando por la ventana de
una “exposición” del trabajo en algunas escuelas secundarias.
Pocos (o nadie) sabían quienes
éramos. Nos dimos cuenta estando allí que la cosa iba más allá de cualquier
complejo de inferioridad sino que tal vez el hecho que los mismos pares, en el
mismo ámbito (no estábamos en una fiesta de Sindicato de Gastronómicos) “no sabía quienes éramos” y eso ya de
por si decía bastante. Como si dentro del ámbito mismo pocos estuvieran
dispuestos a promocionar o a divulgar un proyecto que contiene a los que venían
fracasando. Como un pariente que da vergüenza porque llega a la fiesta mal
vestido y termina siendo negado por el dueño de casa, como un lado B de un
sistema educativo que siempre dice querer “incluir a los excluidos” pero cuando
realmente lo intenta: “si los demás no se enteran mejor”. Defendido en los
ámbitos informales y en los bordes; y casi ninguneado (por propios y ajenos) en
los ámbitos más formales.
Así llegamos con un puñado de
alumnos del CESAJ al Teatro Martinelli de San Fernando. Con los pibes reencontrándose
con grupos de otras escuelas, por donde ellos pasaron anteriormente, que ya los
daban por perdidos en los que la sociología escolar denomina “fracaso escolar”.
Pero no. Ellos estaban ahí para sorpresas de varios más vivos que nunca.
Los colegas docentes que nos
conocían pasaban a nuestro lado preguntando ¿Con qué escuela viniste?, “Con el
CESAJ” era la respuesta y lo que seguía era obviamente una cara de desconcierto
que no daba lugar a la repregunta ya que no había tiempo de explicar nada en la
puerta de entrada. A bueno…decían y se iban deseando tener otro momento más cómodo
para repreguntar.
El encuentro artístico preveía un
desayuno o refrigerio inicial que todos esperaban y la cosa parecía diluirse en
la desorganización inicial. Es difícil saber si era necesario iniciar un
encuentro cultural alimentando a los invitados pero sin lugar a dudas era un
rol que había asumido la educación ya hace tiempo.
Alguien dijo que ya estaban “repartiendo”
y nos acercamos a un mostrador donde servían jugos y sándwich de jamón y queso apilados
prolijos en cajones de plástico. Me acerqué y le pedí para todos y el tipo me
dijo que solo eran para los pibes. No me pareció tan mala la respuesta y los llamé
para que tomaran el sándwich que les correspondía. De pronto el lugar se
convirtió en amontono y confusión; y más rápido que mi propia lucidez uno de
mis alumnos arrebató dos sándwich casi como un truco de magia. “La mano es más
rápida que la vista” pareció decirme antes que insinuará llamarle la atención y
como un verdadero sabio de la supervivencia me iluminó el camino. En una
fracción de segundos comprendí cual debería ser mi rol en ese momento
histórico. Me di vuelta y aprovechando la confusión general metí la mano en el
cajón y arrebate un número importante de sándwich con la misma destreza que mi
alumno logrando que nadie se percatara. Luego nos dirigimos a la sala con las
provisiones necesarias y sacando pecho por haber cumplido con el deber. Me fui
preguntando en los tiempos de saqueo cómo se recuperan los derechos perdidos
¿Se tratará de estar atento y de no pedir permiso?
Ya adentro nos habían advertido
que no se podía comer y los primeros que comimos fuimos nosotros siendo una
especie de vanguardia que se iba sublevando ante cualquier normativa.
De pronto las luces se apagaron y
se encendió el escenario. El locutor oficial agradeció a los presentes y por
supuesto al municipio con nombres y apellidos. Funcionarios varios; conocidos y
desconocidos. Todos aplaudimos por inercia, como parte de una ceremonia pactada,
mientras al escenario subía un funcionario con un titulo más largo que
cualquier pasillo del teatro.
Varias escuelas son nombradas y
como nos habíamos registrado a la entrada supusimos que nos nombrarían. No fue
así. Los chicos de otras escuelas gritaban su nombre haciendo hinchada y
desistimos de hacer lo mismo ya que “CESAJ” ya era difícil de pronunciar hablando, ni imaginarse gritándolo.
El espectáculo comienza y “El
Ensamble” se despliega por todo el escenario. Pibes de varias escuelas con sus
instrumentos se hacen protagonistas junto a profesores-músicos que moldean los
sonidos como verdaderos artesanos. Una profesora de literatura lee un texto y
palabras como conquistadores, libertad, lucha y pueblo flotan en el aire, sostenidos
en un atmosfera muy particular que hasta parece que se puede tocar.
Gastón Corrales, con remera roja,
en el medio del escenario dirige este coro (y orquesta al mismo tiempo) lanzando
su puño cerrado hacía arriba como una batuta libertaria traída de otros tiempos.
La música fluye como liberando esta mañana, las voces parecen desahogo y
pareciera que la liberación de estos tiempos vendrá solo en melodía y metáforas
en estos pequeños parajes del mundo.
El compañero Gastón explica de
qué va el Ensamble al publico escolar “se trata de encontrarse a partir de la
música” dijo y explico su experiencia en las escuelas. Los pibes sonreían
detrás suyo tan felices como en un recreo.
¡Quería invitar al escenario al CESAJ
que está presente! Dijo Corrales como quien no puede olvidarse de sus orígenes y
los nuestros fueron nombrados por primera vez en el Teatro. Se animaron tres y
nuestra profesora de matemáticas (Elizabet) los acompañó ante la mirada de todo
el teatro. Alguien les dio instrumentos y los expulsados del sistema, los que
no encajaban en ningún lugar, los que hicieron agotar las estrategias varias
instituciones escolares estaban allí: visibles y haciendo música.
La letra de El Clandestino empezó como un murmullo y se prendió en la
vos de todos como si estuviese guionado “ Soy
una raya en el mar, Fantasma en la ciudad, Mi vida va prohibida, Dice la
autoridad” . Corrales está eufórico y sube la apuesta invitando al centro del
escenario a los pibes del Cesaj. No se animaron pero fue un buen intento.
Como último tema fue Sobreviviendo de Víctor Heredia, tal vez como un mensaje. No sé. El compañero de la remera roja junto a ese mar de pibes dio las gracias pertinentes invitando a seguir apostando a la educación pública y superar el “caretaje” que hay… y no hay que ser adivino para saber que seguro incomodó a alguien.
Lo que siguió fue felicitar a nuestros
pibes y ver a las escuelas especiales cantando con entusiasmo, un corto de
terror de una escuela primaria y escaparnos en silencio para terminar de comer
en la plaza de Victoria el resto de sándwich
que nos quedaban. Nos despedimos de los pibes en la plaza de Victoria con un
beso a cada uno y con la consigan de vernos al otro día para ver como pinta
esto de educar.
Me sigo preguntado, como casi
todo el año, cómo definir al CESAJ y cada vez que me parece que me aproximo a lograrlo las circunstancias
me señalan que es algo más que eso. Más allá de los vínculos personales que uno
va construyendo o las afinidades ideológicas cuando pienso en el proyecto y en
las cosas que le faltan, que no funcionan y que no me gustan …también siempre
encuentro algo que le da sentido a su existencia.
Un puñado de pibes y un puñado de
docentes moviéndose en los márgenes de San Fernando. Tiene un poco de locura y
osadía al mismo tiempo. Me vienen a la mente las historias de los batallones de
soldados perdidos en las guerras que siguen peleando sin saber que la guerra ha
terminado. Siempre me han parecido fascinante esas situaciones: ¿hasta dónde no
saben que han perdido? o simplemente...¿se trata de mantener vivos los motivos de una lucha?.
Son años de derrotas en el campo
popular. Son tiempos del deseo
intervenido donde muchos colegas quieren que sea así. Son tiempos en que
ciertas propuestas vuelven a verse como raras, de otros tiempos. Mantener viva
algunas propuestas en el contexto actual es intentar darle sentido a lo que se
nos dice que no lo tiene. Aunque siempre fue remar con la marea ahora es sin
viento a favor. Mi paso por el proyecto es circunstancial y por ahí me toque
ser solo uno de los últimos testigos de la presencia del Estado acompañando un
batallón de locos que siguen peleando a pesar de las derrotas.
Ricardo Hernández
Tutor 2017: Centro de Escolarización Secundaria para Adolescentes y Jovenes
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