martes

Acabando las clases



(Crónicas de fin del ciclo lectivo en una escuela secundaria)

Viernes 25 de Noviembre 10 hs. Es el último día de clases en la escuela secundaria, la semana entrante comenzarán las clases de orientación y después los exámenes. Hoy se termina de cerrar notas y los grupos están juntos por última vez en el año.
Todo está saliendo como lo dice el calendario escolar hasta que de pronto un sonido de redoblante invade el espacio como un sacrilegio. Un grabador encendido con una cumbia, alguien que baila, gritos, risas. Un bullicio que va asomando lento pero firme en el ambiente. Ya no hay profesores en el patio cerrando notas. Algunos aprobaron, otros desaprobaron, no importa, es el final de las cursadas, mañana será otra cosa y hoy hay que festejar.

Un bombo de murga, ensaya ruidoso en un aula que amplifica su sonido hasta llegar a la puerta de la directora de la escuela primaria que vendrá en unos minutos a pedir explicaciones por semejante escándalo. El bombo sale a escena lento, como desfilando, llevado por un alumno flaco y de lentes. Se lo ve contento portando el instrumento gordo y redondo en un autentico desfile personal. “Está feliz” dice la Directora que lo mira a la distancia con un ojo de madre. Desde el primer piso alguien tira agua, con un botellita de gaseosa, salpicando a varios desprevenidos que corren sin dirección.

Quizás “ser salpicado o no” será lo que determine las conductas de todos en los próximos treinta o cuarenta minutos que separan este momento con el de la salida. Los jóvenes de todos los cursos aumentaron el volumen de su festejo tradicional y el bombo con redoblante hace más ruido que una murga con Rey Momo incluido. A eso hay que sumarle el despliegue de botellas con agua que empiezan a dejar pequeños charcos en todo el patio. Muchos docentes se van solo para preservarse. Incluso las preceptoras de turno que no entienden tanta “permisividad” y amenazan con realizar una denuncia si alguien las toca o les tira agua. Actitud suficiente para marcar el paradigma desde donde los adultos habitan el espacio escolar: el otro es un riesgo o alguien para temer.

Los pibes se ríen y corren. La alegría desborda y propone un escenario que si sucediera en otro lado hasta provocaría simpatía colectiva. Pero está sucediendo en la escuela que cual iglesia ortodoxa ve avasallada sus valores y como cualquier vieja amargada del barrio se esconde escandalizada por ese liquido maldito que empapa, moja y chorrea con verbos que podrían encontrarse en cualquier cuento erótico.

Dos alumnos han cargado baldes con agua y ya la cosa se va pareciendo a un carnaval. Hay dos chicas mojadas de pies a cabeza  y el Equipo Orientador con la directora observan el festejo tratando de que nadie se pase de ese límite de dañar al otro o a sí mismo en el que suelen transitar los adolescentes.

La mayoría de los adultos (docentes y preceptores) no están presentes y la cosa parece un boicot a lo que entienden como “excesos”, “falta de respeto” o “demasiada permisividad”. Para colmo uno de los baldazos van a parar a una planilla confeccionada por las preceptoras y todos gritan Nooo!!!!!…ante la ola de este tsunami simbólico que no perdona vidas. Un silencio invade el momento y la planilla tiene el valor de una obra de arte arruinada en un contexto de pibes “cebados” y adultos casi aterrorizados.  Los que estamos vamos atrás de los baldes y cortamos el circuito del agua para que no pase a mayores, un auxiliar le señala a la directora un aula mojada y se esconde en el munúsculo cuartito de limpieza. Los pibes gritan y ríen en su propio festejo, ajenos a los temores de los adultos. Dos chicas empapadas bailan en el medio del patio y  para cierta mirada es una provocación. Son dos mujeres mojadas, gritando y riendo en una escuela. La ropa se les pega al cuerpo y sus formas atraen a unos y espantan a otros. ¿Quién está permitiendo semejante cosa???? Parece decir un docente que pasa esquivando los charcos y se va sin saludar. Muchos adultos no quieren ser salpicados por tanto “desorden”, “falta de respeto”, “desubicación”, “inmoralidad” y como en un momento de paranoia pura nadie parece percibir algo: es solo agua.

La simbología del agua nos remitirá a lo que dicen los manuales más básicos de la psicología. Pero ver los propios miedos no es una virtud que se tenga por estos lados. Sin embargo los jóvenes siempre accionan, transgreden, desafían…viven. Eso asusta a más de uno. Son ellos los que nos refriegan en la cara nuestra propia adolescencia con sus debes y sus haberes, con lo que pudimos y lo que no pudimos hacer, con lo que nos animamos y lo que no nos animamos. Los portadores más claros de lo que hemos perdido o reprimido: juventud, energía, vitalidad, rebeldía, sexo.

La idea que escuela está para contener está bien cuando se trata de las angustias y  de las necesidades; pero a veces entendemos el termino contener como un tapón a presión que no tiene que permitir dejar salir cosas. Pero la presión de ser joven es muy fuerte y sale a borbotones siempre.

Lo que los pibes desbordan es sus ganas de vivir, de sentir, de gritar, de mostrar su deseo no de esconderlos. No desbordan solo indisciplina y desparraman agua. Desbordan su sexualidad y la exhiben en el espacio en que estén para encontrarse con sus pares. Gustar y ser gustado es la consigna principal de sus actos que el adulto asustado y avergonzado no puede, la mayoría de las veces decodificar.

   El momento de llena de una tensión innecesaria para los que tenían que cuidar y acompañar también en la transgresión. Los pibes se seguían desplegando a puro bombo y con música que por mi desfasaje generacional no puedo distinguir el ritmo. La Orientadora Educacional se ha venido con un vestido floreado que parece  para la ocasión y al pasar por al lado de un grupo uno se para y la saca a bailar. Ella baila, sonríe y algunos aplauden no solo sus cualidades como bailarina sino también por haber aceptado el convite y pasar de ser una del personal de seguridad a una persona de carne y hueso capaz de divertirse aunque sea un momento dentro de una escuela. La fiesta espontanea  no tienen lugar en la escuela y ellos lo saben.
Otro alumno saca a bailar a la Directora y ya son dos invitadas que se contonean ante los gritos de sus alumnos. Nadie escribirá nada en sus cuadernos de actuación, sobre este momento, pero quedará en la retina de aquellos pibes que alguna vez dos docentes construyeron un pequeño puente distinto hacia ellos.

Esta por tocar el timbre y el bombo se va callando. La música se apaga, cada uno toma su mochila, de a poco van encarando para la puerta de salida. La función terminó. El auxiliar seca rápido el piso esquivando pibes como si quisiera borrar las evidencias de un crimen.

Pero no hubo heridos, ni peleas, ni pintura, ni harina, ni barro, ni huevos. Si hubo mucha paranoia, mucho miedo a lo que podía pasar y no pasó. Nunca hubo demasiado indicio de que algo grave podía pasar, pero se vive en las escuelas con temor a que algo grave puede pasar en cualquier momento. La apología de la “responsabilidad civil” es como una de las 7 plagas que vendrá y no distinguirá ni justos ni pecadores. Hay que estar precavido a cualquier posible bomba que nos alcance con una esquirla, aunque la mayoría de la veces son solo bombas de agua que las vemos venir ya con el paraguas abierto.

La culminación del año escolar tiene estas cosas y lo que sucede adentro se distancia cada vez más de lo que pasa afuera. La escuela vive en esa paradoja de estar inundada de objetos de la modernidad (Celulares, computadoras, wifi, routers, etc, etc) y girar en torno a dinámicas y lógicas casi medievales.
Está lleno de “acá no se puede” (sobre todo las fiestas espontaneas) y los cuerpos andan encorsetados tratando de controlar que todo no se salga de su cauce. Pero el rio de la juventud desborda y el agua se sale mojando lo que encuentra.

Quizás nos queda a los adultos pensar qué nos pasan con estas cosas: la alegría, la fiesta, los cuerpos, la sexualidad. Pero por ahora la escuela como lugar está lejos de pensar dentro de qué paradigmas actúa. Por ahora cuando la alegría se junta con la transgresión y la rebeldía no son comprendidas ni bienvenidas por acá. Y los contenidos que forman a los pibes (y los que nos formaron a nosotros) están lejos de educar para la libertad.



R.H

No hay comentarios: