(Crónicas
de fin del ciclo lectivo en una escuela secundaria)
Viernes 25 de Noviembre 10
hs. Es el último día de clases en la escuela secundaria, la semana entrante
comenzarán las clases de orientación y después los exámenes. Hoy se termina de
cerrar notas y los grupos están juntos por última vez en el año.
Todo está saliendo como lo
dice el calendario escolar hasta que de pronto un sonido de redoblante invade
el espacio como un sacrilegio. Un grabador encendido con una cumbia, alguien
que baila, gritos, risas. Un bullicio que va asomando lento pero firme en el
ambiente. Ya no hay profesores en el patio cerrando notas. Algunos aprobaron,
otros desaprobaron, no importa, es el final de las cursadas, mañana será otra
cosa y hoy hay que festejar.
Un bombo de murga, ensaya
ruidoso en un aula que amplifica su sonido hasta llegar a la puerta de la directora
de la escuela primaria que vendrá en unos minutos a pedir explicaciones por
semejante escándalo. El bombo sale a escena lento, como desfilando, llevado por
un alumno flaco y de lentes. Se lo ve contento portando el instrumento gordo y
redondo en un autentico desfile personal. “Está feliz” dice la Directora que lo
mira a la distancia con un ojo de madre. Desde el primer piso alguien tira agua,
con un botellita de gaseosa, salpicando a varios desprevenidos que corren sin
dirección.
Quizás “ser salpicado o no”
será lo que determine las conductas de todos en los próximos treinta o cuarenta
minutos que separan este momento con el de la salida. Los jóvenes de todos los
cursos aumentaron el volumen de su festejo tradicional y el bombo con
redoblante hace más ruido que una murga con Rey Momo incluido. A eso hay que
sumarle el despliegue de botellas con agua que empiezan a dejar pequeños charcos
en todo el patio. Muchos docentes se van solo para preservarse. Incluso las
preceptoras de turno que no entienden tanta “permisividad” y amenazan con
realizar una denuncia si alguien las toca o les tira agua. Actitud suficiente
para marcar el paradigma desde donde los adultos habitan el espacio escolar: el
otro es un riesgo o alguien para temer.
Los pibes se ríen y corren.
La alegría desborda y propone un escenario que si sucediera en otro lado hasta
provocaría simpatía colectiva. Pero está sucediendo en la escuela que cual iglesia
ortodoxa ve avasallada sus valores y como cualquier vieja amargada del barrio
se esconde escandalizada por ese liquido maldito que empapa, moja y chorrea con
verbos que podrían encontrarse en cualquier cuento erótico.
Dos alumnos han cargado
baldes con agua y ya la cosa se va pareciendo a un carnaval. Hay dos chicas
mojadas de pies a cabeza y el Equipo Orientador
con la directora observan el festejo tratando de que nadie se pase de ese límite
de dañar al otro o a sí mismo en el que suelen transitar los adolescentes.
La mayoría de los adultos
(docentes y preceptores) no están presentes y la cosa parece un boicot a lo que
entienden como “excesos”, “falta de respeto” o “demasiada permisividad”. Para
colmo uno de los baldazos van a parar a una planilla confeccionada por las
preceptoras y todos gritan Nooo!!!!!…ante la ola de este tsunami simbólico que
no perdona vidas. Un silencio invade el momento y la planilla tiene el valor de
una obra de arte arruinada en un contexto de pibes “cebados” y adultos casi
aterrorizados. Los que estamos vamos atrás
de los baldes y cortamos el circuito del agua para que no pase a mayores, un
auxiliar le señala a la directora un aula mojada y se esconde en el munúsculo
cuartito de limpieza. Los pibes gritan y ríen en su propio festejo, ajenos a
los temores de los adultos. Dos chicas empapadas bailan en el medio del patio
y para cierta mirada es una provocación.
Son dos mujeres mojadas, gritando y riendo en una escuela. La ropa se les pega
al cuerpo y sus formas atraen a unos y espantan a otros. ¿Quién está
permitiendo semejante cosa???? Parece decir un docente que pasa esquivando los
charcos y se va sin saludar. Muchos adultos no quieren ser salpicados por tanto “desorden”, “falta de respeto”,
“desubicación”, “inmoralidad” y como en un momento de paranoia pura nadie
parece percibir algo: es solo agua.
La simbología del agua nos
remitirá a lo que dicen los manuales más básicos de la psicología. Pero ver los
propios miedos no es una virtud que se tenga por estos lados. Sin embargo los
jóvenes siempre accionan, transgreden, desafían…viven. Eso asusta a más de uno.
Son ellos los que nos refriegan en la cara nuestra propia adolescencia con sus
debes y sus haberes, con lo que pudimos y lo que no pudimos hacer, con lo que
nos animamos y lo que no nos animamos. Los portadores más claros de lo que
hemos perdido o reprimido: juventud, energía, vitalidad, rebeldía, sexo.
La idea que escuela está para contener está bien
cuando se trata de las angustias y de
las necesidades; pero a veces entendemos el termino contener como un tapón a
presión que no tiene que permitir dejar salir cosas. Pero la presión de ser
joven es muy fuerte y sale a borbotones siempre.
Lo que los pibes desbordan
es sus ganas de vivir, de sentir, de gritar, de mostrar su deseo no de
esconderlos. No desbordan solo indisciplina y desparraman agua. Desbordan su
sexualidad y la exhiben en el espacio en que estén para encontrarse con sus
pares. Gustar y ser gustado es la consigna principal de sus actos que el adulto
asustado y avergonzado no puede, la mayoría de las veces decodificar.
El momento de llena de una tensión
innecesaria para los que tenían que cuidar y acompañar también en la
transgresión. Los pibes se seguían desplegando a puro bombo y con música que
por mi desfasaje generacional no puedo distinguir el ritmo. La Orientadora
Educacional se ha venido con un vestido floreado que parece para la ocasión y al pasar por al lado de un
grupo uno se para y la saca a bailar. Ella baila, sonríe y algunos aplauden no
solo sus cualidades como bailarina sino también por haber aceptado el convite y
pasar de ser una del personal de seguridad a una persona de carne y hueso capaz
de divertirse aunque sea un momento dentro de una escuela. La fiesta
espontanea no tienen lugar en la escuela
y ellos lo saben.
Otro alumno saca a bailar a
la Directora y ya son dos invitadas que se contonean ante los gritos de sus
alumnos. Nadie escribirá nada en sus cuadernos de actuación, sobre este momento,
pero quedará en la retina de aquellos pibes que alguna vez dos docentes
construyeron un pequeño puente distinto hacia ellos.
Esta por tocar el timbre y
el bombo se va callando. La música se apaga, cada uno toma su mochila, de a
poco van encarando para la puerta de salida. La función terminó. El auxiliar
seca rápido el piso esquivando pibes como si quisiera borrar las evidencias de
un crimen.
Pero no hubo heridos, ni
peleas, ni pintura, ni harina, ni barro, ni huevos. Si hubo mucha paranoia,
mucho miedo a lo que podía pasar y no pasó. Nunca hubo demasiado indicio de que
algo grave podía pasar, pero se vive en las escuelas con temor a que algo grave
puede pasar en cualquier momento. La apología de la “responsabilidad civil” es
como una de las 7 plagas que vendrá y no distinguirá ni justos ni pecadores.
Hay que estar precavido a cualquier posible bomba que nos alcance con una
esquirla, aunque la mayoría de la veces son solo bombas de agua que las vemos
venir ya con el paraguas abierto.
La culminación del año
escolar tiene estas cosas y lo que sucede adentro se distancia cada vez más de
lo que pasa afuera. La escuela vive en esa paradoja de estar inundada de objetos
de la modernidad (Celulares, computadoras, wifi, routers, etc, etc) y girar en
torno a dinámicas y lógicas casi medievales.
Está lleno de “acá no se puede”
(sobre todo las fiestas espontaneas) y los cuerpos andan encorsetados tratando
de controlar que todo no se salga de su cauce. Pero el rio de la juventud
desborda y el agua se sale mojando lo que encuentra.
Quizás nos queda a los
adultos pensar qué nos pasan con estas cosas: la alegría, la fiesta, los
cuerpos, la sexualidad. Pero por ahora la escuela como lugar está lejos de
pensar dentro de qué paradigmas actúa. Por ahora cuando la alegría se junta con
la transgresión y la rebeldía no son comprendidas ni bienvenidas por acá. Y los
contenidos que forman a los pibes (y los que nos formaron a nosotros) están
lejos de educar para la libertad.
R.H
No hay comentarios:
Publicar un comentario